¡Maldito video!
Un aficionado, sabedor de mi predilección por el toreo de Antoñete, me ha enviado un pequeño video de la faena del maestro a un toro de Garzón en la plaza de Las Ventas, que ha difundido por twitter la Fundación Toro de Lidia.
Un conflicto inesperado. Ha puesto a competir lo que viví aquel día en la plaza y lo que ha conservado mi memoria contra unas imágenes inobjetables, que me han decepcionado. ¿Dónde está la verdad, en aquel toreo que me emocionó hasta los tuétanos o en la objetiva frialdad de las neutrales imágenes captadas por una cámara? ¿Era yo, entonces, un aficionado más sensible, lo era la plaza entera desbordada de pasión, o es que la realidad filmada del toreo solo capta la geometría pero no su sentimiento? ¿Puede reproducir una imagen en dos dimensiones las tres dimensiones de la realidad? ¿Puede comunicar un video archivado, un toreo ya fuera de tiempo, la intriga del presente, la amenaza del peligro permanente, el equilibrio inestable intrínseco al arte de torear y la adhesión catárquica de un público embriagado por la gallardía y la maestría de un viejo torero transmutado en un joven héroe que torea en purísima plenitud?
Me quedó con lo que viví y con lo que recuerdo. El toreo es una geometría con alma y la grabación, fiel a la geometría y ciega ante el alma del toreo. Pero el maldito video ha roto mis convicciones. Hoy veo torear mejor, el trazo más dibujado, los pases mejor consumados. ¿Y el sentimiento del toreo, cómo lo veo? No sé, no sé… El pasado bien pasado está. Hoy he comprendido que el tiempo no se puede revisitar. Ni en video.
José Carlos Arévalo