Editorial
EDITORIAL – Carnet de Otoño (2)
Toreros y toros pidieron el carnet al aficionado
por José Carlos Arévalo
Estas líneas son son una crítica de toros sino breves comentarios a lo visto en la Feria de Otoño, Se observará olvidan a torros y ganaderías que comparecido en la Feria. Pero si no las comento es porque nada tenía que decir sobre sus actuaciones. Ni para bien, ni para mal.
¿Es bravo el manso que embiste?
Aquel toro de Victoriano del Rio, con 626 kilos, era un tío con toda la barba y un manso de libro. Es decir, del libro del taurino. Porque fue muy remiso a los capotes, volvió grupas escupiéndose de los caballos en cuanto sentía el hierro, pero en una de esas huidas, su matador, Sebastián Castella, lo envolvió en su capote y el manso planeó tras el engaño. Se percató el francés y puso la brega en manos de sus subalternos, reservándose la sorpresa de ser él quien le hiciera el toreo grande con la muleta. Y así fue. Aunque al faenón de Sebastián lo precedió una gran brega de José Chacón y el arte banderillero, con verdad y sin florituras, de Rafael Viotti. Pero en la faena, el manso de libro embistió como un bravo de verdad. Entonces, ¿en qué quedamos, era manso o bravo? Era un manso de raza brava y de una ganadería muy brava. Para calificar a este tipo de toro, la tauromaquia toma prestado del lenguaje común el adjetivo manso que se da el bovino domesticado.Y el toreo ha inventado dos adjetivos para este tipo de toro: mansurrón, para el manso que embiste; y bravucón para el manso que embiste más aún.
Castella o el toreo sustantivo
A mi entender, los toreros buenos se dividen en dos: los sustantivos y los adjetivos. Los primeros se caracterizan por lo que hacen al toro, los segundos, por cómo se lo hacen. Sebastián Castella es un torero sustantivo con alta nota de torero adjetivo. Por sustantivo ató al toro a su muleta, le impidió que huyera de los pases a su remate dejándosela puesta, de manera que el manso volvía como un bravo porque el torero vaciaba su embestidas hacia adentro y apenas le perdía un paso para, enfajado, muy ceñido, con valor oculto, el que sirve para torear, la gente se volcara embriagada de toreo. Y por adjetivo, la vivaz embestida del manso se acompasó a un arte muletero de alto nivel, paradójico, pleno de mando y temple. Sin duda, Castella, triunfador del último San Isidro y de la reciente Feria de San Miguel, ha hecho este año la mejor faena de la Feria de Otoño.
La nobleza sin bravura no sirve
Ya lo comenté en la primera entrega de este carnet: el toro noble sin raza es muy difícil de torear. Y los seis de El Pilar, lidiados en la Feria de Otoño, sirven de ejemplo. Eran tan nobles como difíciles, doble condición que aburre al público y demerita al torero. Era una corrida para matarla sin contemplaciones y no para pretender el imposible de torearla. Pero ahora no hay torero con la personalidad suficiente ese riesgo. Ni los de arte, como Ortega y Aguado, ni mucho menos, loque buscan un sitio, como Castaño. Los tres se portaron como buenos chicos, aunque los buenos chicos son esa gente que aburre a las ovejas. ¡Cómo añoré las broncas a Curro!
Al menos la corrida sirvió para dejar muy clarito la enfermedad que padece Las Ventas: esquizofrenia aguda. Hay una minoría que quiere salvar al toreo (¿de qué?) sentada en el tendido. Y hay una mayoría paciente, demasiado paciente, que rara vez se impone a la minoría. Lo malo es que esta bipolaridad convierte a Las Ventas en una plaza insufrible. ¿Quién será el médico que la cure? Por supuesto, no los toreros, que torean una, dos o tres tardea al año. Pero sí el empresario, que torea la temporada entera. Pero primero tiene que acertar con el diagnóstico y luego cumplir una terapia rigurosa y sin concesiones. Demasiado pedir.
Borja Jiménez, la revelación del año
Matar tres toros de Victorino Martín en Madrid y cortar una oreja a cada uno es algo fuera de lo común. Y más todavía si se tiene en cuenta lo mal que mata el de Espartinas, perfilándose a un kilómetro del toro, sin que su muleta lo obligue a humillar en el embroque y clavando con la espada en paralelo al lomo. Porque si hubiera matado bien serían cinco las orejas que hubiera cortado a los “victorinos” y no las tres que le abrieron la Puerta Grande.
Pero las estadísticas no son un indicativo taurino suficiente. Lo que más pesa es la olla de Las ventas hirviendo de emoción y admiración, la comunión que se establece entre torero y público cuando la destreza va a la par que la entrega, la torería hace posible embestidas bravas pero inciertas y el toreo refulge con la vibración de hacérselo a toros muy encastados como si fueran toros muy pastueños. Todavía es pronto para pronunciarse sobre su toreo, pero el interés que me produjo la actuación del sevillano con los toros de Margé el pasado julio se ha visto centuplicada con el toreo magistral que ha impuesto a los “victorinos”. Desde luego, Borja Jiménez es el torero revelación de 2023.
¿Cómo será la próxima temporada para Borje Jiménez? ¿Estará en las ferias bien colocado, como merece? ¿Funcionará el llamado “sistema” con una mínima lucidez? Cuando uno se entera de que a Morante lo ha sustituido Álvaro de la Calle, nada menos que en la corrida clave de la Feria del Pilar, se puede esperar cualquier locura. El escalafón de toreros ha funcionado en la temporada que ahora se clausura. No puede decirse lo mismo del escalafón empresarial. Si los matadores se han volcado para responder con meritoria entrega a la crisis que amenaza a la Fiesta, los novilleros sorprenden con valía e ilusión ante un mercado que les ha cerrado la puerta y los ganaderos han respondido a pesar de los graves problemas de costes y epidemias que acosan al campo, no se puede decir lo mismo del maltrecho empresariado taurino. A la temporada la penaliza un esquema de programación inercial y obsoleto. Toreros los hay, como lo ha demostrado Borja Jiménez. Lo que no hay es un buen uso de esa estructura taurina inmejorable que son las ferias. Verbigracia: el talón de Aquiles de la fiesta actual es solo uno: el empresariado..