Si en una exposición canina los jueces premiaran a los perros por su volumen y su peso… bueno, tal tesitura no puede ni suponerse. Tampoco que en el hipódromo de la Zarzuela sólo corrieran percherones. Sin embargo, en Las Ventas la tesitura es la contraria. El toro que se lidia es el más grande, el que más kilos tiene, el de pitones más abiertos y más largos.
Sí: grande como un armario de tres cuerpos, con los remos altos como una avestruz, el cuello corto como un cochino y los pitones como un venado de 180 puntos, en Madrid es aceptado por los veterinarios, respetado por la afición, agradecido para el veedor, cabrón, sin casi embestidas para el torero y muy aburrido para el público ingenuo que va a la plaza a ver torear y no ve torear .
Si en el humano la cara es el espejo del alma, en el toro de lidia las hechuras son el espejo de la bravura. ¿Y qué son las hechuras? Exactamente, una morfología diseñada por la bravura tras muchos años de selección. Porque cuando el ganadero selecciona comportamientos suele suceder, salvo excepciones, que está seleccionando las hechuras que facilitan dichos comportamientos. No se trata de una regla infalible, como demuestra la experiencia al ofrecernos, pocas veces, toros muy bravos con malas hechuras, o como acontece en las últimas temporadas, tanques que embisten como motos. Pero el cuello largo facilita la embestida humillada; el pecho fuerte y no muy ancho da facilidad para embestir en redondo; los pitones armónicos y más bien reunidos anuncian una embestida frontal, no lateral; los remos bajos cimentan el equilibrio para el toreo ligado; una fuerte –no gorda- culata sostiene el ritmo, sin cambios de velocidad en los viajes; ojos tranquilos y no muy laterales garantizan la fijeza. Claro que una cosa es la predisposición física y otra la motivación interior. Los genes de la bravura siguen siendo un misterio.
Sin embargo tengo la impresión de que Florito, veedor y dictador del toro de Madrid, al que supongo excelente aficionado, guarda su afición en el armario y reseña para Las Ventas un toro sobredimensionado que ni exigen los toristas primarios ni gusta a los veterinarios aunque la mole inmunda les tranquilice a la 12 en los corrales y a les 7 en el ruedo, aunque quite problemas al palco y aunque aburra a las ovejas.
Mal camino. Cuando he visto algunas fotos de los toros reseñados para el próximo San Isidro, grandes como tranvías y con pitones destartalados de trolebús, esos toros que antaño eran de limpieza de corrales y cerrados, se me han quitado las ganas de ir a la plaza. Y cuando me han informado de que Florito no piensa reseñar más que cinqueños para Las Ventas –conviene recordar que el toro alcanza su cumbre biológica a los cuatro años y a los cinco empieza su decadencia- no tengo más remedio que reconocer que la sinrazón ha ganado, por el momento, la partida a la razón.