¿Quién fue Currito de la Cruz?
La realidad es más creativa que la ficción. O por lo menos la precede y la inspira. Por ejemplo, un superventas de de la literatura popular española del siglo XX,“Currito de la Cruz”, la novela de Alejandro Pérez-Lujín, no nació de su imaginación. El célebre personaje literario oculta a un olvidado gran torero, Florentino Ballesteros. Esta afirmación no es intuitiva. Pérez Lujín era crítico de toros, un escritor que seguía la Fiesta paso a paso y en activo cuando el año 1917 un toro de Benjumea mató al entonces emergente espada aragonés en la plaza de toros de Madrid. Es decir, cuatro años antes de que se editara el célebre relato, en 1921, ¿Fraguó la imaginación del escritor la vida de un torero triunfador, entregado a la inclusa el día de su nacimiento, y muerto en el ruedo cuando disfrutaba de la fama y la fortuna? El escritor, fallecido hace muchos años, no puede aclararlo, pero la similitud entre el personaje de ficción y el torero real no admite dudas.
Florentino Ballesteros nació en Zaragoza el 11 de enero de 1893, y ese mismo día fue entregado a la inclusa del Hospicio Provincial, donde las monjas lo criaron los primeros años de su vida. Luego pasó por los hospicios de Teruel y Calatayud y terminó por regresar al primero que lo acogió. Nunca olvidó a las monjas ni a los niños incluseros y fue un generoso mantenedor mientras tuvo vida. Una vida intensa, alegre y extravertida. Dotado de una vitalidad física fuera de lo común se dio a conocer como titiritero cuando todavía era un adolescente, al mismo tiempo que su sensibilidad artística encontraba en el dibujo y la pintura un camino para expresarla. Parece que se le daba bien. Pero un buen día pisó el coso de La Misericordia. Toreaban Quinito, Antonio Montes y Curro Martín Vázquez y quedó deslumbrado. Y cuando salió de la plaza ya había tomado la decisión: sería torero. Con pasmosa facilidad llamó la atención de sus paisanos en las capeas que entonces eran el acto final de las novilladas. Junto a otro joven paisano, también apellidado Ballesteros, Jaime Ballesteros “Herrerín” saltó a la fama en su ciudad. Ambos torearon mucho juntos de novilleros. Pero la carrera de su rival acabó pronto. Un toro lo mató en Cádiz. Y Florentino, que toreó mucho por los pueblos de Aragón, terminó por presentarse en todas las plazas de España. Su lanzamiento partió de Barcelona, una misión taurina, la de lanzar novedades, que las plazas de la Ciudad Condal asumieron desde principios de siglo hasta el último hasta los años 80. Y en Barcelona, la afición y la crítica registraron su toreo de muleta ligado en redondo, al mismo tiempo que lo hacían en dicho coso matadores consagrados como Rafael el Gallo y ¡Machaquito! Pero lo de Ballesteros, aunque con novillos, superó a cuantos en aquellos años iniciaban esa fase del toreo de muleta. El duro pero entusiasta crítico Don Quijote, le contó once naturales ligados en la faena de su consagración catalana. Y poco tiempo después le contabilizaron ocho en la plaza de Madrid. Además, al fenómeno aragonés le caracterizaba un estilizado toreo de capa. Tomó con mucha fuerza la alternativa en Madrid a manos de Joselito. Y su consagración sucedió tan rápida que al año siguiente –¡y en tiempos de José y Juan!- tenía 67 contratos firmados antes de que empezara la temporada. Por desgracia, una cornada que le interesó el pecho, en Morón de la Frontera, le mermó sus facultades, y poco tiempos después. la de Madrid, inferida en el mismo sitio, lo mató a los dos días de haberlo sufrido. Para sorpresa del aficionado actual que lea estas líneas, ha de aclararse, que al salir de la plaza no se le ingresó en ningún centro médico. Lo llevaron a la fonda donde se había vestido y allí murió.
Florentino Ballesteros, quizá por su corta carrera, fue olvidado al correr de los años. Ni siquiera se le recordó a través de Currito de la Cruz, el personaje que lo sustituyó en la ficción. Además del éxito de la novela, cuatro versiones cinematográficas de su historia, han popularizado a Currito de la Cruz, no al héroe real que lo inspiró, O en todo caso, ha reivindicado a su penúltimo intérprete y también extraordinario torero, Pepín MartínVázquez. Pero de aquella entrañable persona y gran torero no se acuerdan ni los maños. Así (no) se escribe la historia.