Lo confieso, fui partidario de Emilio Muñoz desde la primera vez que le vi torear. Presencié sus grandes actuaciones en Barcelona, en Pamplona, en varias plazas de Francia. Y aunque triunfaba, siempre tuve la impresión de que los aficionados no habían captado el verdadero fondo del toreo de Emilio. Algunos se dieron cuenta, en la segunda parte de su carrera, con sus faenas de Algeciras, Huelva y Sevilla, que tuve la suerte de presenciar.
¿Qué aportaba al toreo Emilio Muñoz hace cuarenta años? Era el toreo belmontino depurado y ligado en redondo. No una ligazón cualquiera sino la fusión de muletazos completos a muletazos completos bajo el más puro canon trianero. No de cite escondido sino de medio pecho y en el sitio exacto donde los toros embisten. No ligados por fuera, lo que tiene su mérito, sino ligados por dentro, siempre embraguetado el torero a la embestida, de cite cruzado cuando el toro era tardo y su embestida poco entregada, o de cite en la línea natural cuando el toro se venía. Nadie toreaba así en aquellos días sino Ojeda, que lo hacía con otro cante. Por supuesto, las siguientes camadas de toreros tomaron nota, y aunque Muñoz fue figura, nadie parece haberse enterado de que su aportación ha sido decisiva en el hilo interminable de la evolución del toreo. (Recuerdo una conversación sobre esta cuestión con Enrique Patón en el hotel Luz de Huelva, hace treinta y dos años).
Sí, el tiempo ha pasado. Entonces ¿a qué vienen estas palabras? Vienen a cuento de que aquel gran torero se ha convertido en un gran comunicador de la tauromaquia (del toro, del torero, del aficionado), lo que me congratula, porque su aportación a las transmisiones de corridas del Canal Toros está cambiando, para bien, la percepción del toreo por parte de la afición. Ahora Muñoz no se parece al que conocí cuando yo vivía en Sevilla y él estaba retirado. Entonces sus juicios sobre el toreo, el toro y los toreros eran radicales, coherentes con lo que él había hecho y después hizo en los ruedos. Hoy, por el contrario, como quería Rafael Ortega “Gallito”, le caben muchos toreros en la cabeza. No sé si ha cambiado la fe por el eclecticismo, pero me gusta este Muñoz prudente, sabio, que no habla nunca de sí mismo, como si no hubiera sido nadie. Pero si vestido de luces abrió los ojos a algunos toreros, vestido de calle está llevando a muchos aficionados por buen camino. El único que hay, el de comprender al toro para ver el toreo.