LA EMPRESA – José María Garzón, recreador de ferias
José María Garzón en la plaza de Córdoba
José María Garzón, recreador de ferias
Si no las crea, porque ya existían, sí las recrea. Me explico. En otros espectáculos al empresario le dan hechas las cosas. Si programan películas, la responsabilidad es de sus autores; sí música, de sus intérpretes; si teatro, de las compañías que las montan. Pero los empresarios de toros combinan toros y toreros.
Y hay dos tipos de empresario taurino, el que programa carteles con lo que hay, que suele sucumbir a los intereses de los toreros y a las presión de los grupos influyentes de cada plaza, y el que crea carteles porque sabe intepretar a los toreros, entender lo que interesa a los aficionados y colocar las ganaderías según conviene al realce del cartel, y nada más que al realce del cartel.
José María Garzón es un joven empresario en un mundo empresarial cerrado, en el cual hasta los concursos arrendatarios cierran el paso a los nuevos emprendedores mediante clausulas de dudosa legalidad. Encuentran hueco en pequeñas plazas sin interés para los grandes. En dichos cosos, Garzón llamó la atención porque programaba carteles, incluso ferias completas, con una relevancia insospechada. Así, Boadilla del Monte, Cáceres, Iscar, Torrejón de Ardoz, Las Rozas, Granada, Morón de la Frontera. Y cuando, por culpa de la pandemia, las grandes empresas se replegaron, el joven empresario sevillano sorprendió a la afición taurina de toda España con carteles estelares. Ilusionó en El Puerto de Santa María, fue el único que dio toros en una plaza de primera, Córdoba, programó algunas corridas magníficas en Málaga, plaza de la que hoy es empresario, montó una brillante feria de Santander y lanzó carteles paradigmáticos que hoy repiten todas las plazas.
Conocí a Garzon cuando apoderaba con éxito al mexicano Diego Silveti. Y me sorprendió por su afición al toro y su conocimiento del toreo. Un empresario taurino debe ser, obligatoriamente, un aficionado cabal y solvente. La afición impone una atención más intensa, un grado superior de conocimiento que luego se traduce en esa “química” a la que se refería Rafael El Gallo, la que distingue dos carteles con figuras porque uno tiene “química” y el otro, no. Parece muy sencillo, pero en esta clave reside el secreto del empresario taurino de raza.
Como José María Garzón lo es me congratulo de que gobierne ya las plazas de Santander, Almería, Málaga y Córdoba. Aunque a la misantropía de taurinos no le guste reconocer que la Fiesta, a trancas y barrancas, se renueva, es justicia decirlo abiertamente.