por José Carlos Arévalo
No es una sorpresa lo que ha pasado en Cuenca, un ferión como en los mejores tiempos. Maximino Pérez nos tiene acostumbrados. Con los mismos mimbres que los demás fabricó grandes eventos. Cuando empezó en Cuenca, a su estupenda plaza no iba nadie, absolutamente nadie. La ambientó, rebuscó el taurinismo conquense hasta debajo de las piedras, atrajo a los emigrantes para que volvieran a su tierra durante la feria, llenó el coso de famosos, supo identificar la plaza con la ciudad. Antes había convertido Brihuega en una cita “glamurosa” del toreo, el día de corrida no podías entrar en el pueblo en coche porque no se cabía. Si no habías reservado una semana antes, no comías. Lugareños, aficionados y gente guapa ponían la plaza a reventar. Y ahora ha convertido Illescas en la primera cita taurina importante del año. ¿Por qué no accedió a mayores cosos? Un día hablaremos del “sistema”, de las trampitas legales (¿legales?) de los pliegos, de los políticos que no se enteran o sí se enteran, de la difícil pero cierta renovación de la empresa taurina.
Ahora, un joven empresario, Nacho Lloret ha entrado en juego. Me gusta su perfil. Hombre culto, hace años publicó un interesante ensayo sobre su visión de la tauromaquia, se ha formado durante una apasionante etapa con Simón Casas, un empresario transversal, veterano pero siempre joven. A sus órdenes trabajo y se formó en la plaza de las Ventas, en Valencia, en su Alicante natal. Y ahora ha emprendido su propio camino. La Feria de Alicante, en tiempos taurinos difíciles para “la mejor tierra del mundo”, ha sido una gran feria. Pero lo más interesante fue “la corrida de José Tomás”, organizada fuera de feria, en pleno verano alicantino. ¿Ha sido una experiencia irrepetible o el regreso al antiguo verano taurino de Alicante, cuando había festejos todos los domingos? Ya entonces, aunque menos que ahora, la ciudad estaba repleta de veraneantes. Y la plaza hacía buenos aforos. Y no, no me refiero al mítico tiempo de la competencia entre El Tino y Pacorro. Ya una década antes, novilleros como Paco Villanueva, Manolo Zerpa o Victoriano Posadas llevaban gente todos los domingos. Sin embargo, no veo a Lloret como un empresario local –lo que no está nada mal ahora que las grandes empresas itinerantes han desconectados los cosos de sus ciudades-. Su gestión en la plaza de Toledo puede tener mucho interés. Los festejos que ha dado este año han supuesto un toque de atención. Por lo demás, este hombre puede que tenga la suerte del campeón. Se queda con Toledo y cuajan tres toreros de la tierra, Tomás Rufo, Álvaro Lorenzo y Ángel Tellez.
No pretendo, con estas líneas, repasar la nueva ola empresarial. Aunque no puedo dejar sin mención a José María Garzón, que ya ha escalado a plazas de mucho calado en el sur, como Córdoba, Málaga y Almería, en el norte, como Santander, y que está abriendo un nuevo mercado en los buenos cosos de la muy poblada Comunidad de Madrid. Lo de Torrejón de Ardoz es comparable al éxito de la plaza de Valdemorillo dirigida por Carlos Zúñiga hijo y Víctor Zabala. Con Garzón hay que hablar despacio. Es interesante saber cómo se plantea la compleja situación por la que atraviesa la Fiesta en estos años tan difíciles como decisivos. Del empresario sevillano y de otros colegas suyos iremos informando.