Es encomiable el empeño de los hermanos Matilla por mantener vivo el fuego de la tauromaquia en la capital balear. Su fórmula es tan acertada como evidente: buenos carteles. Y es que entre los mallorquines, como entre los reprimidos (taurinamente hablando) catalanes, había, y hay, aficionados a los toros, a los que se suman un buen número de espectadores favorables a la Fiesta y a los que la prohibición de las corridas les parece tan aberrante como prohibir el jamón ibérico. Por eso, cuando los taurinos salmantinos han dado toros en Mallorca llenaron la plaza.
Los aficionados peninsulares de repente miramos con sorpresa al taurinismo mallorquín, se nos olvida que hasta hace unas décadas el Coliseo balear era una plaza de temporada, poco a poco dejada de la mano de sus propietarios. Se nos olvida que ya a principios del siglo XX era un coso importante. Por ejemplo, cuando Ricardo Torres “Bombita” se enfrentó a la empresa de Barcelona, hizo de Mallorca su bastión levantino, y desde Cataluña, unas veces de Barcelona y otras de Tarragona, se fletaban barcos para ver al diestro de Tomares en la isla. También se nos ha olvidado que en los años cuarenta los mallorquines tuvieron su torero, Jaime Pericás, o que la revista de más larga vida entre toda la prensa taurina fue “El Mundo de los Toros”, editada en Mallorca. No valoramos el mérito de los hermanos Galdón, ganaderos de la ganadería “El Onsareño”, sita en Mallorca. Ni recordamos cuando Sáncho Dávila mantenía el fuego sagrado del toreo en los festejos que organizaba en Alcudia.
Para volver con total naturalidad a practicar la afición a los toros en las islas donde se descubrió el milenario “toro de Costig”, la fórmula Matilla es muy clara, ganaderías que embisten, Zalduendo y Algarra, y toreros que interesan, Morante, El Juli, Cayetano, El Fandi, Manzanares y Roca Rey. Por supuesto,insulares y peninsulares irán a los toros. Y también algún alemán que otro.