La Pandemia demostró dos cosas: una, que el gran negocio del fútbol no se paró porque los derechos de imagen con cargo a la televisión representan tres cuartas partes de los ingresos, lo que permitió a los clubs dar los partidos a estadio vacío sin amenaza de quiebra. Y otra, que el pequeño negocio de los toros se salvó de un paro sectorial absoluto durante dos años gracias a un canal en circuito cerrado, solo para abonados, o sea los aficionados dispuestos a pagar una suscripción mensual.
El año 20 Canal Toros coprodujo un largo ciclo de de pseudocorridas de cuatro toros, lidiados en general por diestros habituados al paro con y sin pandemia, espectáculos tildados de “gaches” no sin razón, pero que al menos tuvieron la virtud de que algunos toreros se pusieron el vestido, uno dio el salto a figura y ciertos ganaderos lidiaron una res que otra. En general fue un asco de ciclo, pero la llama de la Fiesta siguió encendida. Mejor resultó la actuación de dicho canal (Canal toros, de Movistar +) el año 21, pues las grandes ferias en las plazas de 1ª no se habrían podido programar sin televisarse, y la Fiesta, con el campo bravo improductivo en pérdidas y los toreros en paro, hubiera muerto de un colapso definitivo. De manera que bienvenido sea Canal Toros.
Sin embargo, si somos ecuánimes hemos de reconocer que dicho Canal es solo el gran medio marginal de información y comunicación, en tanto que canal cerrado, de un sector marginado, el de la tauromaquia. Es muy posible que sin su apoyo, la Fiesta estaría en una situación terminal, al menos en sus grandes ligas. Pero Canal Toros ayuda a dar toros hasta el punto que su temporada, compuesta por las principales ferias, es la más larga, la que jamás había podido presenciar aficionado alguno, al tiempo que sus programas mantienen al tanto de lo que pasa a los aficionados dispuestos a pagar un abono mensual de 20 euros. De risa. Es cierto que si Canal Toros televisara en abierto habría atraído a muchos nuevos aficionados –los enemigos de la Fiesta suelen ser los que no han visto una sola corrida-, pero dar toros fuera del gueto es imposible sin publicidad, y los anunciantes se han alejado de la tauromaquia por temor al movimiento animalista, ya desde hace varias décadas. Convengamos, pues, que un canal solo para suscriptores es la fórmula viable en la España actual. No llega a la sociedad, como llegaban las televisiones generalistas, no abre las puertas del gueto, pero sus transmisiones y programas son muy formativos y posicionan correctamente al telespectador ante la lidia y el panorama actual del toreo.
El anonimato de los toreros, incluso de los grandes toreros actuales, es la primera consecuencia de esta fiesta de toros marginada que hoy se vive en España. Se alegará que Roca Rey llena las plazas y que hay otros cuatro o cinco que, juntos en un mismo cartel, logran buenas entradas; se eximirá a todos los coletudos de ser responsables de su poco tirón popular, porque hasta las mayores gestas del año no han merecido ni una mínima atención de la radio y la televisión, dos medios de masas tan decisivos que lo que ellos no tratan es como si no existiera; y de nada valdrá arguir que las redes son el más grande y universal medio y que en ellas circulan los toreros con la misma asiduidad que otros personajes públicos porque no se aclarará que Internet concentra grandes audiencias que son grandes guetos. Hay millones de visitas diarias a los portales, blojs, webs taurinos, pero los visitantes son únicamente taurinos. Y sí, mantienen viva la afición, pero no la redimensionan con nuevos aficionados.
La tauromaquia atraviesa por una extraña coyuntura. Sigue siendo el segundo espectáculo de masas de España. Pero los medios en general no actúan en consecuencia. El día del gran faenón de Morante en Sevilla durante la pasada Feria de San Miguel, se retiraba Federer del tenis. Y el tenista suizo quintuplicó en espacios informativos al torero español. Si se hiciera una encuesta a pie de calle preguntando ¿conoce usted a Federer? ¿conoce usted a Morante?, el resultado nos dejaría helados.
¿Se ha destaurinizado España? Este año la respuesta del público en las grandes ligas del toreo ha sido, en términos generales, muy satisfactoria. Y no fue mejor porque la subida del precio de las entradas en pleno período inflacionario ha sido la peor decisión de los empresarios taurinos. Por supuesto, su situación no es muy estimulante. El envejecimiento del parque de plazas de toros, y su pequeño aforo, hace inviables muchos carteles. Y aquí aparece de nuevo la televisión como fórmula de futuro. Pero ¿qué televisión?