El país del toro se ha vuelto raro. Sube el número de toreros buenos y baja el número de festejos. Los veedores ya no opinan, los toreros siempre torean las mismas divisas, y sale uno, solo uno, Morante de la Puebla, que le dice a un ganadero marginado, Paco Galache, quiero torear tus toros. Y los torea. Y los “galaches” embisten como todo el mundo sabía pero como si nadie lo supiera. Y ahí están los añorados “galaches”, otra vez en la guerra.
Y es que el país del toro está raro. Por ejemplo, lo de La Palmosilla en Madrid. Encaste Núñez, el ganadero; encaste Domecq, sus toros. Y una concurso con parte de la flor y nata de las ganaderías toristas. Y en la plaza, los de siempre, torismo puro y duro, y sale “Brasero” –un tío, eso sí- y gana el concurso, porque resulta que a los toristas también les gusta el toro que embiste.
De acuerdo, todo es raro. Pero también era lógico que Daniel Crespo, un matador incipiente, no toreara mucho. Y más este año, con el número de festejos limitado y unos empresarios que han decidido hacer, todos, el mismo cartel, con dos o tres variantes, como si estuvieran exhaustos de tanto pensar. Aunque tampoco es lógico que se quedara prácticamente sentado en casa toda la temporada. No le pusieron ni en su pueblo, el Puerto de Santa María, que desde que se retiró Gayoso está sin torero. Y claro, él y su apoderado, Sergio Aguilar, han roto el apoderamiento. Bueno, y a todo esto, ¿qué tiene de raro tan justificado divorcio? Pues una cosa muy sencilla, que Daniel Crespo es un superclase, algo escasísimo ahora y siempre, pero que en el enrarecido país del toro parece que ya no importa. Si los taurinos supieran cómo se cuidan los nuevos valores en otros espectáculos…
Total, una gran ganadería que no lidiaba porque el país del toro está lleno de listos. Otra que tal baila, que en dos corridas –Pamplona y Azpeitia- y un toro –Madrid- se puede subir al carro. Y un torero no descarriado sino desplazado porque los que controlan el carro no ven ni un cura en un monte de yeso.
Raro, mu raro, mu raro, que decía un gitano de mi tertulia mexicana en el Palace, cuando le preguntabas por el cartel del domingo, mu raro, mu raro.