La especulación a la baja en la compra de toros alimentados con subproductos
Los ganaderos han sufrido durante la actual pandemia la crisis más grave de su historia. La continuidad de la cría del toro de lidia está seriamente amenazada, pues al exceso de oferta provocado por los obligados excedentes, dada la supresión total de los festejos populares, que consumen la mayor parte de la producción, y la drástica reducción de los de lidia ordinaria, se unieron otros factores. En primer lugar, el excedente de cabezas para cada finca y la caducidad de muchos animales que sobrepasaron la edad reglamentaria sin poderse lidiar, por lo que su destino mayoritario fue el matadero, lo que ocasionó graves pérdidas económicas. Algunos las vendieron a tratantes que luego darían salida a los toros para las calles cuando se abriera este mercado. En segundo lugar, el brutal y progresivo incremento de los costes de producción (gasoil, electricidad, alimentación), al que hay que sumar la prolongada sequía, incremento que se agudizará todavía más con las consecuencias de la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania. El mercado taurino es absolutamente insolidario, pues no contempla reajustes de precios al alza en el valor de los toros.
El ganadero, el verdadero empresario taurino que arriesga su patrimonio y emplea toda una vida para criar y seleccionar su producto, es maltratado como nunca a la hora de repartir la tarta del dinero que genera el espectáculo taurino. Las figuras poderosas exigen todo lo que pueden, los subalternos defienden lo suyo y reclaman sus derechos de imagen de televisión, las cuadras de caballos han subido sus mínimos, los empresarios quieren obtener el máximo beneficio, pero todos se olvidan de la gallina de los huevos de oro: el ganadero. Asistimos atónitos a un holocausto ganadero en que muchas ganaderías han desaparecido y algunos encastes van camino de la extinción. A pesar de ello, una gran parte de los ganaderos supervivientes sigue comprometida con la Fiesta dando a los toros lo mejor, sin escatimar en su alimentación, sanidad o preparación física, haciendo un sobreesfuerzo irracional en favor de una afición desmedida que atenta contra su propia economía.
Hoy, cuando se reactivan los festejos populares y la temporada taurina se anuncia con optimismo, los públicos responden, los toreros ayudan a superar la crisis y los ganaderos, tras una ruina insostenible, vuelven a lidiar, precariedad y corrupción unidas vuelven a conspirar contra la Fiesta.
Y es que la esperanza dura menos que un suspiro. La guerra de Ucrania, despensa cerealística europea, desabastecerá gran parte del mercado –España es el primer fabricante de piensos de Europa- en unas tres semanas, y ya se está notando en el precio de las materias primas con las que se hacen los piensos, que siguen subiendo sin parar. Un feo horizonte a corto y medio plazo al que se suma la corrupción, en este caso de especulación a la baja. Los tratantes que compraron reses a bajo precio y algunos ganaderos poco profesionales sin escrúpulos, ofertan hoy corridas malnutridas con subproductos, residuos de la industria agroalimentaria que proporcionan una alimentación más barata y desequilibrada que la que aportan los especializados piensos de lidia, fabricados mayoritariamente con materias primas nobles (cebada, avena, maíz, trigo, soja, habas, guisantes, etc.). La fachada es aparentemente la misma, pero el resultado lo sufriremos en el tendido.
El organizador de Espectáculos Taurinos debe dirigirse a aquellas ganaderías profesionales comprometidas con la Fiesta y preocuparse más que nunca de cómo se han preparado los toros que compra, si se han ejercitado o no y cuál es su alimentación. Lo contrario es defraudar al respetable y estafar a los Ayuntamientos.
Los toros, vendidos por debajo del precio lógico de mercado se afligirán en el ruedo, se defenderán exhaustos o se caerán. Hasta 6.000 euros menos por corrida se ofrecen para sustituir a lotes bien nutridos y preparados, de ganaderos que aman al toro y procuran darle todo lo mejor, que ahora se van a quedar en el campo. Una pregunta ingenua: dado que no se puede coartar la libertad de comercio y que no es delito alguno comprar lo que se quiera y que los tratos taurinos se cierran con la palabra dada, ¿quién le pone el cascabel al gato? Verbigracia, ¿Estaría facultada ANOET para imponer un código ético a sus empresarios asociados? ¡Cuánta falta hace la Federación Española de Tauromaquia!