El primer día que descubrí la bravura
Levaba un tiempo siendo salmantino de adopción, recorriendo las distintas ganaderías del campo charro, también las más “emblemáticas”. Pero fue una tarde de primavera del año 94 cuando realmente tuve mi primer encuentro con un tipo de bravura que me impactó . Sucedió en casa de don José Matías Bernardos “Raboso”, una ganadería ahora conocida como Aldeanueva. También recuerdo ese día porque era una ruta inusual para ir al campo en dirección a Ciudad Rodrigo. Vuelvo a ver ese mítico club de alterne a la salida del pueblo que enlazaba con la carretera que llevaba a la finca. La vegetación era diferente a otras de la provincia, se notaba que Portugal estaba cerca. Al llegar a Cilloruelo me llamó la atención lo bien cuidados que estaban sus muros de piedra. Créanme que una buena ganadería se ve en estos detalles cuando llegas a sus dominios. La plaza, construida de obra y madera, era una estampa preciosa cuando los rayos de sol la iluminaban a medida que iba acercándome. Eché una mano a los vaqueros para apartar las vacas y tuve un susto imprevisto, en el burladero donde me metí para cerrar la portera había una víbora que se despertó y pegue un salto tipo Spiderman y salí zumbando de allí.
Ese día tentaba entre otros Enrique Ponce y me impactaron varias vacas. Lo primero por sus caras con una colocación de pitones totalmente inversa, es decir con las caras vueltas para atrás, incluso salió alguna cornipasa, pero a la inversa. Y lo segundo por el torrente de bravura que corría por las venas de aquellas extrañas vacas, por como se arrancaban al caballo, se quedaban enceladas, como atadas al peto, por lo lejos y fijas que se venían y por como acometían: eran tejones. Después, cuando los matadores cogían la muleta, su bravura se deslizaba tras los vuelos con una clase inusual, con la excelencia que la naturaleza dota a la privilegiada raza de lidia: además lo hacían con prontitud, acometividad, entrega total, crecimiento ante el castigo, largura en los viajes, fijeza, repetición, humillación, ritmo, temple, colocación, transmisión, duración. Iban siempre a más, todas, todas lo hicieron. Incluso un par de ellas embistieron sin descanso hasta dar la propia vida, hasta caer muertas. Me emocionó descubrir la heroicidad de la bravura. Si, en casa del tío raboso yo conocí la verdadera bravura. Un año más tarde, antes de su fallecimiento, media Salamanca compró ganado a este gran ganadero para formar mas de 10 ganaderías. A día de hoy, alguna de ellas, están lidiando como divisas señeras en las corridas de España y Francia. Cómo no si sus toros son hijos de aquellas vacas tan escandalosamente bravas que yo tuve la suerte de ver.
Continuará…
Me gustaría recordar a Tina, ganadera de esta casa que siempre nos dio gloria a los capas, la cual nos dejo hace pocos meses. DEP.
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