El maestro Santiago Martin “El Viti”
Los capas contábamos con ciertas personas por los caminos y carreteras charras que nunca nos fallaban. No eran personas, mas bien nos parecían ángeles y solían aparecer los días en que la cosa se ponía un tanto cuesta arriba o teníamos algún problema. Era como si tuvieran un radar para pasar en el momento justo y así poder ayudarte a subir esa cuesta o a solucionar el problema que te sucedia. En algunos momentos me sorprendía su aparición maravillosa. Más adelante contaré alguna anécdota de estas situaciones. Pero hoy quiero hablar de don Santiago Martin “El Viti”, el maestro de maestros.
A ver, pónganse en mi lugar, un crío que quiere ser torero buscándose la vida fuera de su casa, andando por esas carreteras perdidas que de repente se encuentra con uno de los toreros mas importantes de todo el siglo XX como lo era el maestro… no sé si entienden que me embargara una emoción fuerte. Era como si un dios bajara de los cielos para hablar conmigo. La primera vez que me paró el maestro creí que estaba sufriendo una alucinación o era una ilusión provocada por la gusa que tenia. Pero aunque no me lo creía, al rato ya vi que era verdad. ¿Qué hacía yo con mis pantalones ensangrentados del tentadero de la Ermita en Buenamadre de donde venia? ¿Por qué iba sentado al lado de uno de los toreros más grandiosos que ha parido la historia del toreo? El camino del capa tenia esas cosas.
Don Santiago por aquellos años andaba con la fabrica del pienso, disponía de un mercedes color verde guardia civil y cuando a lo lejos veíamos el coche con ese color tan característico y nos lo encontrábamos por la carretera, era lo más parecido a una aparición de la Virgen negra de la Peña de Francia. Primero para tener el privilegio de hablar unos minutos con él. Segundo porque era un ejemplo vivo. Había conseguido lo que todos los capas perseguíamos, ser una figura del toreo de época. Y tercero porque el maestro nos daba gloria bendita siempre a los chavales, en mi caso siempre me apretaba un billete o dos de cinco mil pesetas, que me apañaron mi estancia en tierras charras mas de algún mes.
Recuerdo sus consejos durante aquellos trayectos en coche y sus pausas al hablar. Que razón tenia Belmonte cuando dijo que se torea como se es. Porque el maestro toreaba igual que hablaba, muy bien, muy despacio y sus palabras, muy pocas por cierto, recuerdo que eran sentencias positivas que sin apenas darte cuenta, te transportaban a la razón de las cosas. Al tiempo hicimos algo de amistad e incluso nos vimos algún partido del Real Madrid en una tasca muy torera cerca de su casa en el centro de Salamanca. Hace unos días tuve la ocasión de hablar con él por teléfono y parecía que no había pasado un solo día desde aquellos lejanos años. En mi trayectoria por el apasionante mundo de los toros, he conocido a pocas personas que me emocionaran tanto como el maestro. Pertenecía a esa clase de personas que parecen tocadas por la varita de algo superior. Pero son pocas. Si tuviera que recordarlas ahora mismo, diría que entre ellas están: los maestros Curro Romero, Dámaso González y como no, Santiago Martin “El Viti”.
Continuará…