FERIA DE SEVILLA – Cuando el torero y el toro son uno
Fotos Arjona/Pagés. Toromedia Comunicación.
Cuando el torero y el toro son uno
La corrida había sucedido por cauces raros. Porque los toros eran raros. Bonitos de estampa pero nada previsibles de comportamiento. Alguno hablará de toros con personalidad, pero yo esa designación la reservo para las personas. Y sin embargo, los “victorinos” tenían un comportamiento propio, que los individulizaba como si fueran personas. Los cuatro primeros se mostraban tranquilos fuera de las suertes y de corta codicia en los engaños y tardos ante los caballos, aunque erróneamente colocados a larga distancia, fuera de suerte, y luego sin celo en la pelea. Pero despertaban interés porque eran distintos. Se diría que no entendían por que los habían llevado a la plaza y que preferirían no haber ido. Pero Ferrera no estaba para estas cavilaciones y les hizo cositas habilidosas a sus dos primeros, un pelín estomagantes, mientras que Perera no les hacía nada porque no se les podía hacer nada. No era toros a contra estilo, eran toros de embestida corta e indiferente, a contraestilo del toreo. De manera que la corrida iba hacia abajo, con un son más raro que el talante de los toros.
Pero salió el quinto y resplandeció la tarde. Porque chorreaba clase por los cuatro costados. Se deslizaba a pasitos cortos y lentos. Y Ferrera lo entendió hasta los tuetanos. Y el toro entendió a Ferrera. Un hilo invisible unía la inspiración del torero y la entrega complacida del toro. ¡Sí, coño, se pararon los relojes! Y hubo un cambio de mano que enlazó un derechazo a un natural eterno. Y la plaza enloqueció. Y el torero lloró. Y el toro, lo juro, disfrutó. Y la locura poseyó al espada, que debía haber matado en corto y se perfiló en Sebastopol. Pero no importa, la locura tiene permiso para romper los cánones. Tampoco importó si cortó una oreja, dos o ninguna. Para las catarsis del toreo no hay premio que esté a la altura.
La papeleta era menuda para Miguel Ángel. Pero salió el sexto y embistió mejor que bailaba Nureyev. Y Perera le enjaretó los mejores muletazos de la tarde. Pero no pudo consumar su faena porque el toro le cogió y dejó de embestir. Aunque su poco fondo, como el de todos sus hermanos no era un problema de bravura ni de casta. Me dio la sensación de que estaban bien comidos con comida pobre, poco energética. Pero es eso, una sensación agridulce. Como la que me produjo que a Perera no le dieran la oreja. Su faena había sido magnífica hasta su cogida. Y después, épica, dolorosa, con una herida doble en la región lumbar. Y mató de un estocadón. El toreo es algo más que dar pases, es una actitud heroica ante la muerte encarnada por el toro en el ruedo. La que tuvieron los dos toreros extremeños en el ruedo de la Maestranza.
Incidencias: Al finalizar el festejo Perera tuvo que ser atendido de una cornada en la región dorso lumbar de dos trayectorias de 6 y 8 centímetros.