por José Carlos Arévalo
Yo vi a Chicuelo torear aquel mítico novillo de Galache. Jamás volví a sentir el toreo como aquella tarde. Sus lances -¿al delantal o a la verónica?- fueron como bocetos, la insinuación del trazo, la gracia no querida, la elegancia no buscada, el dibujo perfecto: toreo cristalino, iluminado por la luz de la mañana: compás silencioso, la música callada del toreo.
¿Y la chicuelina? Nunca vi otra igual, frondosa como un capullo que se hace flor: una flor roja por fuera y dorada por dentro: el torero, un tallo que gira sobre sí mismo: los brazos, dos ramas mecidas que deshojan los vuelos de un capote ebrio de esa cadencia troncal que envuelve al torero y acaricia la embestida del toro convertida en un vendaval sereno.
Y después, la utopía muletera, la caricia a la embestida seducida por el arte. Un milagro la amistad de Rafaelito Chicuelo con aquel utrero de Galache. Un desideratum de belleza. Un imposible. Un disparate. La violencia y la cadencia de pronto hermanadas. Con el mando oculto, con la armonía deslumbrada.
Pero el torero es un actor singular, mitad artista y mitad guerrero. Como lo fueron su padrino, Antonio Ordóñez y Antonio Bienvenida, que le confirmó la alternativa. Como, aunque suene extraño, lo fue el genial Curro Romero, su mejor partidario. Los tres admiraban a Rafael por su arte y lamentaban que no hubiera superado las graves cornadas que sufrió por culpa de un arte sublime e imposible.
¿Por qué toreaba así Rafael Chicuelo? Tal vez porque era hijo de un artista insuperable, Manuel Jiménez “Chicuelo”, a quien los sevillanos le llamaron Príncipe del Toreo cuando José y Juan mandaban en la Fiesta, y que años después, en plena Edad de Plata, impuso el toreo ligado en redondo, la faena de muleta que luego versificó en series como estrofas Manuel Rodríguez “Manolete”. Y, por supuesto, Rafael Chicuelo también toreaba así porque era hijo de una cantante deliciosa, Dora la Cordobesita.
Mis condolencias para los hijos de Chicuelo, depositarios de un legado taurino que debe mantenerse vivo en la memoria de todos los aficionados.