EntreToros

OBITUARIO – ¡Va por ti, Ina!

Ignacio López-Chaves (Ina) pasando de muleta a una becerra ensabanada (Natalia Calvo)

Por Santos García Catalán

No han pasado ni 24 horas y sigue impactando en mi cerebro tu desaparición. Es un martillo que sigue machacando continuamente. ¿Y por qué ha sido a ti a quién ha elegido la parca? ¿Quizás por tu insultante juventud? Pero si no conocías todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte? Lo dijo Confucio, que era un noble pensador chino, y llevaba más razón que un santo.

¡No me lo explico, Ina! ¿Y ahora qué voy ha hacer yo cuando vaya a la finca a haceros un reportaje y no estés para coger la muleta, o para abrir los cercados y enseñarnos el ganado?  Tendré que hablar con Lola, que ya va siendo una mujercita y conoce estos quehaceres.

Porque Ina, tu toreabas de maravilla y eras especial con la gente que acudíamos de vez en cuando a Calzadilla del Campo.

Claro que tenías a quien parecerte, tanto por parte de Loli, tu madre, como por la de tu padre, el bonachón de Ignacio. Y ese abuelo, “Tiri”, y tu abuela, que te adoraban. Y tu hermana Lola. Qué familia tan sumamente encantadora. Y atentos. Y agradables. Y buenos como el pan bendito.

Estaba hoy un tanto mustio porque no pude ir a despedirte. La coincidencia con un reportaje en Tordesillas a un torero que viene arreando (Ángel Téllez) me lo impidió. Pero tanto tú, Ina, como tu familia, estuviste en mi pensamiento… y en mi pesar. Mandé abrazos a través de Natalia y Alberto, que sí fueron a despedirte. 

Y cuando regresé a Valladolid me puse a buscar lo que había escrito de ti en 2020; la última visita que hice a vuestra casa. Era día de tentadero y tú estabas allí, junto a los toreros, porque tú, Ina, eras torero, ganadero y buena gente. Lo de torear por devoción a tu primo Mingo, lo de ganadero por tradición de tu abuelo “Tiri”. Y lo de buena gente por todo un conjunto de familia. Los López-Chaves, casi nada. Sin olvidar a los cacereños.

Y ahora se me están escapando dos lagrimones cuando encontré esto: “Por los chiqueros andaban los Ignacio senior y junior, junto a la pequeña Lola. Ignacio junior es un joven dieciochoañero que tenía pasión por el balompié. Pero con la pandemia se ha cambiado al toro…

Pronto irá a la Universidad de Salamanca, (Arte, Saber y Toros) para iniciar ingeniería agrícola y seguir atendiendo el campo y la ganadería que con tanto mimo y esmero lleva su padre. Será pues la cuarta generación de ganaderos”.

He de confesarte que lo de Ina en el titular -yo siempre te llamé Nachito o Ignacio junior- lo he puesto porque he visto en las redes sociales que así te identificabas, donde por cierto tienes un montón de amigos que te siguen y viceversa. Hoy has tenido un sinfín de “me gusta”. Como los grandes. 

El día del tentadero que citamos. Junio de 2020 (Natalia Calvo)

Así que, estés donde estés, no nos olvides, lo más seguro es que sea un sitio donde tú hayas elegido y donde te sientas más cómodo y a gusto, para que puedas echar una ojeada de vez en cuando a tus animales y, lógicamente, a los tuyos. 

Porque sabes, Ina, no sólo han sido los que en la mañana de tu despedida han llorado tu ausencia. También, a tus vacas y a tu ganado se les ha escapado dos lagrimones como a mí. Y es que los animales han sentido la cercanía y el cariño que tú les dabas cuando ibas a echarles su condumio diario. Y ahora te echan de menos. 

Lo que más me agradó de esta mañana (por decirlo de alguna forma) cuando leía en los portales taurinos, y en los periódicos en general, ha sido los titulares: “ha fallecido el joven ganadero salmantino Ignacio López-Chaves”. Es decir, todo el mundo te conocía y te consideraba como el joven ganadero salmantino, de la estirpe de los López-Chaves, de Ledesma. Casi nada. 

Debes estar orgulloso, Ina. Aunque les ha faltado poner: y torero. Porque, Ina, tú tenías estampa de torero-ganadero, que son los buenos. Descansa en paz, amigo. Ah, y no olvides pegarle cuatro muletazos de salón a tus nuevos vecinos. Les gustará tener al lado a un torero-ganadero. Un abrazo.

P.D. La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. (Carlos Fuentes, escritor mexicano)

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