(México) Carlos Castañeda Gómez del Campo.
El manejo de expectativas racionales a veces se trunca cuando hay un evento sorpresivo. La sorpresa ocurre ante la no satisfacción de un evento esperado o ante a la aparción de uno no previsto. La intensidad de la sorpresa estará en proporción de la satisfacción o no de lo esperado o de la magnitud del cambio.
La sorpresa no es perene. Dura proporcionalmente a la capacidad del individuo de incorporar a su pensamiento la aparición de una cosa inesperada y de generar nuevas expectativas ante la aparición de lo inadvertido o inesperado.
El anuncio de los carteles de San Isidro 2022 traía consigo varias sorpresas. Una, la corrida de La Quinta y quienes le darían el pecho.
La sangre santacolomeña habitual en Madrid antes de la exigencia del toro grande como condición necesaria, hacía su retorno en el hierro de una casa que se sabe tiene un comportamiento distinto dentro de las características natas del encaste. Grata sorpresa. Mas agradable la capacidad expresiva y solvencia del cartel que le haría frente. El asombro continuaba: 11 de mayo, pronto en la feria para un cartel de no hay billetes. Temprano en el serial la gente cumplió en la taquilla.
Con la sorpresa incorporada a la expectativa, ahora iríamos a los hechos. Quienes ahí estuvieron o quienes la vimos por televisión, vivimos una realidad que si se vuelve cotidiana abre un camino a un mejor futuro.
No hay corridas duras. Hay combinaciones de ganaderías y diestros, que no lo son tanto,que así las hacen ver. Cada casa ganadera tiene fondo y características propias derivadas de su origen y pulidas en su selección en fenotipo, genotipo y comportamiento. Cuando la casta predomina, se encasillan y se crea una disrupción ruinosa en la fiesta. La existencia del término “encastes minoritarios” deriva de esa clasificación. Se hacen minoritarios porque desaparecen del interés del público. ¿Hay toros malos? Sí, la mayoría y en todos los encastes. ¿Hay diestros capaces o jóvenes con la ilusión de serlo? Si, en todas las épocas.
La ecualización del toro no provoca evolución ni movimiento. Impide la existencia de emociones distintas y de un futuro estable cimentado en éstas.
El 11 de mayo triunfó la tauromaquia entendida como un todo.
Triunfó con estruendo la tauromaquia. Es una victoria de la razón. De demostrar que, en las manos y la cintura de tres hombres competentes con distinta expresión, pero con total destreza, el futuro por esta ruta está garantizado. El camino de la diversidad. La senda que lleva al triunfo de la fiesta al enfrentar la capacidad ante la exigencia entre iguales, encuentro que provocó los olés más profundos de muchos años en Madrid.
La crónica está escrita para siempre en el recuerdo de cada uno.
Ahí quedarán para siempre las lágrimas de Julián López después de su segundo toro. No son las primeras dos orejas que pincha, ni serán la últimas. Son las primeras que llora y serán la últimas.
El sabe, lo sabemos, que abrió la puerta de par en par a un futuro distinto.
A un futuro donde no haya extrañeza, sino emoción expectante ante el resurgimiento, el regreso al origen.
El cabal enfrentamiento entre pares.
Tarde para la historia, puerta a un futuro sin asombro.