El Torero

NUEVOS EN LA 1ª FILA – El temple de Juan Ortega y el toro del siglo XXI

Entrada la tercera década del siglo XXI, la fijeza del toro, virtud cardinal de la bravura, se ha generalizado en todas las ganaderías. Ni siquiera los toros tobilleros ya acosan en la primera pierna del torero, lo hacen cuando su embestida ha pasado el segundo muslo.

Fotografía: Alberto Simón.

Entrada la tercera década del siglo XXI, la fijeza del toro, virtud cardinal de la bravura, se ha generalizado en todas las ganaderías. Ni siquiera los toros tobilleros ya acosan en la primera pierna del torero, lo hacen cuando su embestida ha pasado el segundo muslo. Tanta nobleza inicial –más infrecuente hace tres o cuatro décadas-, se suma a que los toros, picados en su justa medida, llegan centrados a la muleta. Y las condiciones se prestan a que el toro bien atemperado exija un toreo más templado.

El caso es que este toro estaba pidiendo otra manera de torear. No sabíamos cuál hasta que descubrimos el temple virtuoso de Juan Ortega, quien además lo impone a toros de diversa condición. Por ejemplo, al avasallador y fijo en su respuesta al engaño, de Victoriano del Rio, en Jaén (2020), o al incierto pero a la postre fijo, de Garcigrande, en Vistalegre (2021). A los dos les respondió un mismo temple embriagado, casi irreal, que devolvía al toreo su más genuina emoción estética: convertir el ruido en música, la bravura en obdiencia. Con la verdad puesta en el engaño, los pies clavados en la arena, de medio pecho en el cite, la cintura desenrroscandose mientras su muleta abduce la embestida y templa al toro, este año el de Triana ha parado el tiempo por naturales y redondos escultóricos, adormecidos y largos, porque en los vuelos empezaba un acople que fluía al brazo que torea, y cuando el muletazo parecía terminar en un suave giro de muñeca, ésta entregaba la embestida otra vez a los vuelos que cuadraban al toro para el siguiente pase y así seriar los muletazos más hipnóticos, más templados que se hayan visto.

Todas las épocas tienen su toro y el toreo que le corresponde. La nuestra es la del toro fijo, sea cual sea la calidad de sus embestidas, y la de un torero de pulsaciones lentas, trazo adormecido y emoción intensa. O sea, Juan Ortega.

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