Emilio de Justo, solo y censurado
Hay dos censuras. La que prohibe y la que silencia. Twiter ha practicado la primera, al prohibir la web de Emilio de Justo, porque le ha dado la gana. Y la prensa madrileña en sus ediciones escritas y las televisiones generalistas la segunda porque, sin decírselo a nadie, han decidido medio silenciar la tauromaquia, sin que ningún fundamento informativo lo justifique.
Que una figura del toreo, en el momento más álgido de su carrera, con tres corridas esperándole en la Feria de San Isidro, decida encerrarse con seis toros en la plaza más difícil del toreo, y en una fecha más difícil todavía, el domingo de Ramos, día en que los madrileños abandonan Madrid, no es una noticia baladí. Si el maestro extremeño llena la plaza (los tres cuartos son ya una hazaña si se tiene en cuenta una posible baja de ventas provocada por la transmisión televisiva de Movistar+), sería para quitarse el sombrero. Y un argumento suficiente para preguntar a los medios informativos por qué lo que interesa a la gente no interesa a la prensa.
La respuesta es una: gran parte del periodismo español ha asumido la versión animalista de la tauromaquia. Por supuesto, casi todos los informadores desconocen la singularidad biológica y fisiológica del toro de lidia, el bovino mas conectado genómicamente con el agresivo uro, de combatividad innata, como afirmaba el divulgador animalista Rodríguez de la Fuente. Un animal doméstico no domesticado, criado en un hábitat configurado de acuerdo con su estructura biológica, el único que lo disfruta en Occidente desde el siglo XVIII, gracias a su lidia y sacrificio en las corridas de toros. Una lidia que exige al torero jugarse la vida mediante un método etológico y artístico que provoca en el toro la activación de unos mecanismos neurohormonales que palían su estrés y bloquean su dolor. Por otra parte, la lidia se ha convertido, a través de una larga evolución cultural, en un arte escénico deslumbrante, de raíz popular (18 mil festejos populares e ignorados anuales y más de mil corridas regladas) y con una historia milenaria.
Pero la subcultura urbanita parece que lo ha invadido todo. O si no, vean ustedes cómo está el patio. Ayer sábado, El País, el diario español más influyente, no dedicaba una sola línea a la gesta de Emilio de Justo. Por el contrario ofreció tres páginas al filósofo (¿) animalista Peter Singer para que nos dijera que los animales tienen conciencia, que lo va a demostrar la neurología y que no vayamos a los toros. Acojonante. Un desviado mental de las antípodas diciéndonos lo que tenemos que hacer por estos lares.
Se puede ser antitaurino si se juzga a la tauromaquia sin conocerla. Más difícil resulta si se la conoce. Lo que no se puede es censurar una afición milenaria de milllones de españoles. Bien sea a la brava, como Twiter, o a escondidas, como la prensa silenciosa.
Hoy, Emilio de Justo se enfrenta en solitario a seis torazos en la plaza de Madrid. La mayor heroicidad que puede acometer el torero, antes un héroe lúdico, ahora un depredador bajo sospecha para la parte zombi de la sociedad española, un artista censurado por la taimada ley del silencio.
No sé cuántos serán los que hoy vayan a Las Ventas. Pero si estarán los cabales. Que sus aplausos al torero en el paseíllo reparen la torva inquisición que ha prologado su gesta. Le deseo un gran triunfo.