FERIA DE SAN ISIDRO – Triunfo de Rafaelillo y boicot a Talavante
Fotos Alberto Simón/ Plaza 1- Alfredo Arévalo
Triunfo de Rafaelillo y boicot a Talavante
Sentenció Sánchez-Mejías: “En Madrid, poquitas y a triunfar”. Y cumplió su aserto, toreó pocas y triunfó siempre. Pero, ¿cómo se hace eso? Pues declarando que los del 7 son los salvadores de la Fiesta. Y diciéndolo por activa y por pasiva. Entonces, quizá, el 7 se calle. Pero el 7 no ha sido el culpable del fracaso casi total de la corrida. En parte, dicho fracaso se debe a lo mal que se ha lidiado. Habida cuenta el desaforado peso y envergadura del caballo, si el torero se encuentra con un toro bravo es aconsejable, en esta plaza, no ponerle de largo al caballo para que no se destroce en el encuentro. También es preceptivo repasar los equinos con el jefe de cuadra, eliminar los que se defienden con el vicio de tumbarse sobre el toro, elegir los de mejor boca, de manera que obedezcan la orden del montado a la hora de sacar el toro del peto. Para que no se trunquen definitivamente como les sucedió al cuarto y al sobrero de Garcigrande que hizo sexto, dos toros bravísimos, autodestruidos por su celo contra el caballo.
Rafaelillo sí lidió muy bien al primero de la tarde. Descubrió sus bravas embestidas, y las alargó al abrirse de capa. Luego, ya atemperado el toro por su lucha en varas, llegó a la muleta sedoso, perfecto para el toreo si no fuera por su asfixiante codicia que le hizo reponerse con peligro. Pero el maestro murciano resolvió la papeleta con valor, colocación, y perdiendo los pasos justos al final de cada muletazo. La faena tuvo enjundia torera, emoción valerosa y, a pesar del vertiginoso celo del morlaco, finísimo trazo. Cómo me gustaría ver a este torero con un toro de viaje más largo. A Rafaelillo se lo han montado de gladiador y resulta que es un artista. Remató su intensa faena con una estocada fulminante, que hizo rodar al toro en décimas de segundo. Merecidísima oreja.
En el resto de la tarde, la galerna. Un insensato que ordena “¡colócate!” a un matador con más de diez años de alternativa. Un chalado que grita “¡crúzate!” cuando el toro de “saltillo” se cabrea cuando algo se interpone en su camino, protesta y rompe su embestida. Un coro de indocumentados que toca palmas de tango en el tercio de banderillas del quinto, toro con muchísimos pies, al que Escribano se los atemperó por banderillear en corto, pero a cara o cruz, magistralmente. Mas la ceremonia de la confusión, clamorosa, reventadora, la monopolizó Talavante, al que correspondieron los dos toros más altos y feos de la corrida. ¿Quién fue el listo que enolotó? Los dos bonitos de hechuras, los de Rafaelillo; para Escribano, uno feo y uno guapo; y los del pacense, ya está dicho. Pero el acosado Talavante podría haber dado la vuelta a la tarde si alguien, ¿por qué no él mismo?, hubiera sacado del caballo a “cuarenta y uno”, que así se llamaba este cinqueño. Entonces sucedió algo muy curioso, como nadie lo podía sacar, un monosabio lo coleó y el 7 inició una bronca, luego seguida por el resto de la plaza. Me extrañó que estos conspícuos aficionados no supieran que eso ha sucedido toda la vida sin que nadie se haya escandalizado nunca. Pero enseguida lo entendí, querían que el toro quedara exhausto no fuera a ser que el señor Talavante se beneficiara de un animal bravísimo. Por eso, cuando el desastre se había consumado, no protestaron más. Son tela de listos. Pero no supieron ver la bravísima condición de los “adolfos”, una bravura peligrosa, pero bravura al fin y al cabo, que bien lidiada y toreada se torna sedosa. No importa, mañana más. Mañana, los “albaserradas” con el sello de Victorino.
Y una incógnita ¿qué torero estará en la lista negra de los salvadores de la Fiesta? La solución, mañana a las 7.