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Editorial

EDITORIAL- Morante, más allá del bien y del mal

Fotos Alberto Simón

Salamanca, 17 de mayo

No me gustaba, sobre el papel, el mano a mano entre una maestro del toreo, que sin retirarse ha entrado en la historia de la tauromaquia, y un principiante, todo lo bueno que se quiera, pero un principiante. No hay un solo precedente histórico al que acogerse para justificarlo, se mire por donde se mire. Marketing, purito marketing taurino.

Y esa es la parte mala del brillante cara a cara que vivimos en Salamanca. Pero el caso es que Morante de la Puebla ha descubierto un nuevo territorio para el toreo. Se trata de un paisaje abierto para uno y cerrado para todos, incluido el toricantano de marras. No está en ningún sitio, en ninguna plaza. Pero está en cualquier coso, grande o chico, acreditado o desconocido… a condición de que toree Morante. Es un lugar inédito, situado más allá del bien y del mal, al que el genio de la Puebla invita a la afición, cada día que torea. Y eso es el bien morantiano.

En esta ocasión fue en una plaza con solera, La Glorieta de Salamanca. O sea, un marco histórico para un toreo que torea para la historia. Y no porque su repertorio resucite a grandes del pasado, Vimos, por ejemplo, los cambios de rodillas de Fernando el Gallo, las cordobinas de Jesús Córdoba, la verónica gallista (Rafael), el molinete belmontino, el pase de la firma de Granero, la revolera de Antonio Bienvenida, la estocada sin abandonar la recta de Manolete. Y vimos otras suertes, cuyo nombre y origen desconozco, que yo supongo inventadas, improvisadas por la creatividad desbordante del genio sevillano.   

Pero eso no es lo que importa. Lo asombroso, lo que ha metido a Morante en el Parnaso vivo de la tauromaquia es su toreo fundamental, Los naturales, los redondos fueron tan relajados y mandones, de un trazo tan sublime y dormido, de un temple tan firme y desvanecido, que ya no los volveremos a ver más. Morante torea más allá del bien y del mal.

Marco Pérez tuvo mucho mérito. Porque después de la apoteosis morantiana solo cabía presentar la dimisión. Pero el joven espada salmatino le cortó, con fuerza, las dos orejas al sexto de la tarde. Y ante esa torera reacción no cabe otra cosa que descubrirse. No retiro lo dicho al principio de estas líneas. Pero reconozco que Marco Pérez tiene madera de figura.  

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