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El Ojo Crítico

EL OJO CRITICO – Al Hilo de lo que pasa (2)

Fotos Diego Arévalo

La cogida de Morante

¿Hay el toro que opina y el toro que obedece? No, el toro ni opina ni obedece. Pero unos parecen opinar y otros obedecen. Los que “opinan” suelen poner pegas al torero. Y “opinan” los bravos y los mansurrones. Los bravos son más peligrosos porque opinan rápido, no avisan, como el toro que cogió -¡dos veces!- a Morante en Badajoz. ¿O sí avisó, y sucedió que el torero asumió el riesgo de cuajarle, espoleado por el triunfo de sus compañeros? ¿No pedía su condición de bravo-listo un trasteo defensivo y con esos detalles de inspiración que Morante prodiga cuando los toros no quieren meter la cara de verdad? ¿Pero habría aprobado ese tipo de faena el público de hoy? Es posible que la admitiera y hasta la jaleara si el toro hubiera presentado sus intenciones a las claras, como ocurría en el pasado. De modo que un respeto para el maestro de La Puebla.

Faenas con el mismo patrón

Monotonía hasta en la apoteosis. La culpa la tienen los toros que obedecen. Y obedecen (casi) todos. Hasta los malos, los que no humillan, los de embestida corta, los que amagan desobediencia y obedecen. Si me apuran, incluso los que se vencen por un pitón y lo anuncian de salida. Porque todos responden al “toque”, van donde éste les indica, aunque luego se arrepientan o desvíen su embestida. Pero si son bravos, nobles, alegres, con clase, como los de Victoriano del Rio en Alicante, garantizan una tarde apoteósica y corren el riego de ofrecer seis maravillosas lidias… repetidas. 

No sé si mi observación es válida, pues vi las faenas en video, y para opinar hay que ver los toros en la plaza. Pero no me resisto a comunicar esta sincera impresión, que recibí con extrañeza. Porque los toreros que la mataron, El Juli, Roca Rey y Tomás Rufo no se parecen en nada. Y sin embargo, si el trazo de los lances y pases eran distinto, la estructura de sus faenas era la misma. Ya sé que Rufo inició un trasteo toreando de rodillas, que Roca Rey ligó las dosantinas logrando un círculo mágico casi como en Arles y que El Juli fue fiel a sí mismo. ¿Por qué, entonces, los tres me parecían el mismo torero? ¿La culpa es del toro o del torero? Tengo que pensarlo. Quizá suceda que cada tiempo tiene su dicción del toreo. He caído en la cuenta un día después de las dos corridas, gracias a una foto de una originalísima media verónica de Manolo Granero, que ha publicado el foro internacional de aficionados Ventauro. Y, sin embargo, la originalidad no era tal porque yo tengo esa majestuosa y extrañísima media interpretada por Maera. ¿Y qué tenían que ver Maera y Granero? Posiblemente, que los dos eran hijos de su tiempo.

Victorino marca la diferencia

Porque sus toros no obedecen. Ni el bueno ni el malo regalan su embestida. Y los dos ponen el toreo en su sitio: la emoción del peligro y la emoción del arte. El malo, es decir el que por mansurrón se defiende, lo hace con violencia. Y el bueno, es decir el que por bravo embiste, lo hace a condición de que el torero haya sabido tratarlo. Entonces, sus embestidas se desinhiben con calma, con el son de sus ancestros lesaqueños, y cuanto más por bajo, más hundido, más exigente sea el toreo, mejor embiste. Y lo hace con un fondo interminable, seguramente debido a una selección rigurosa acompañada por un manejo generoso.     

Así debieron ser los seis lidiados en Algeciras, entre los que destacaron “Veronés”, honroso nombre de un genial pintor italiano, indultado por Antonio Ferrera. Según el exigente crítico Álvaro Acevedo, no le hizo una faena de rabo. Le hizo más: creó un hito, quizá el hito torero del año. Y hubo otro toro, “Portezolano”, también bravísimo y más encastado, premiado con la vuelta al ruedo, al que Manuel Escribano le impuso una distinta y descomunal faena. Pero ahí no acabó la cosa. Con los dos toros más “opinantes” de la tarde, Miguel Ángel Pacheco devolvió la emoción que le es consustancial.

Verbigracia: la casta, el carácter más dramático de la bravura, es el antídoto contra las corridas y el toreo previsibles. Victorino marca la diferencia.  

Carteles con argumento en el suroeste francés

Una buena combinación de toreros tiene más o menos poder de convocatoria según la ganadería que vayan a lidiar, según la plaza que los anuncia o según lo que haya pasado con dichos espadas en anteriores pero no muy lejanas actuaciones. Por eso en Saint-Sever se puso el cartel de “No hay Billetes” nada mas abrirse las taquillas. De hecho esta plaza landesa no se llenaba desde que César Rincón se proclamó la primera figura del toreo en Francia. Me dirán ustedes que Sebastián Castella lo es desde hace unos cuantos años. De acuerdo, pero es otro cantar ser el triunfador del reciente San Isidro (Puerta Grande y una grave cornada) y enfrentarse mano a mano con otro triunfador del ciclo madrileño, Emilio de Justo, torero que resucitó para la Fiesta gracias al apoyo que le ha dado la afición del suroeste de Francia.

Afición. Una palabra que detenta el secreto de la Fiesta. Quien la entiende tiene la llave de los buenos carteles. Que no son siempre los que anuncian a las figuras. Por ejemplo, el ofrecido por La Brede, pueblo cercano a Burdeos: seis toros de un ganadero francés que debutará en Madrid dentro de unos días, Robert Margé, para tres jóvenes matadores franceses, Maxime Solera, El Rafi y Clemente, tres toreros en fase de afirmación antes de dar su paso definitivo a España. O sea una corrida de esperanza en el futuro, y, por tanto, respaldada por la afición. Resultado: casi lleno. Además, en ambos festejos las cosas rodaron bien.

 

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