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Arte

ARTE – El arte de El Juli

Foto Arjona/Pagés.

El arte de El Juli

Con un bello trapo, fucsia y gualda o rojo como la sangre, y la embestida de un toro que juega en serio y quiere matar, el torero crea formas que transmiten sentimientos: alegría, empeño, incertidumbre, bienestar, perfección, superioridad, apuesta, dominio, vértigo, seguridad, una gama infinita de emociones humanas.

El toreo es un lenguaje visual, compuesto de suertes que son sus palabras, que hilvanadas son su sintaxis, que interpretadas son su semántica. El toreo es un arte insólito y singular por antonomasia. Pero no hay que ir a la escuela para entenderlo –otras cosa es hablarlo-. La gente, toda la gente, los listos y los tontos, los sensibles y los bestias, lo entienden y saben responderlo o reprobarlo. Y como en la respuesta exacta, sin la menor disonancia, sin consignas ni apriorismo alguno, no manda nadie, su sentencia es siempre la justa, o como prefería Ortega y Gasset cuando hablaba de toros, la ajustada.

Un ajuste perfecto hubo ayer en La Maestranza entre El Juli y la afición, que entendió la jovialidad del joven/veterano maestro. Porque El Juli recibe al toro con ilusión, como si la embestida le alegrara, nos alegrara. La recibe pensando que será buena, que el toro tendrá afición, que le gustará embestir. Y mientras lo torea y comprueba que la embestida es buena, la comenta, nos la comenta, la ilumina con un toreo cadencioso que también comenta y nos comenta. Porque El Juli entiende el arte como un fenómeno colectivo, que se inicia en el ruedo y se consuma en el tendido. Y en ese flujo que va de la embestida bien toreada hasta el espectador, hay inspiración y buen humor, maestría y buen rollo. Torear al peligro encarnado por el toro, transformar en templada belleza su agresión letal y que esta le exija hasta el último resorte de su sapiencia torera, le gusta tanto como le gusta gustarse y que su toreo guste al público. El arte bien compartido es el único objetivo de la tauromaquia de El Juli. Y por eso celebra todas las embestidas, las aviesas que lo retan y las nobles que lo premian. Y por eso sonríe al público después de cada tanda de lances o de pases. Para comprobar que lo sentido por él es lo que ha sentido el público. Ayer, en Sevilla, la comunión torera de El Juli y los aficionados de la Maestranza era absoluta. Fue una fiesta entre el maestro perfecto que juega y la afición más sutil que entiende su juego. En las plazas, a veces pasan estas cosas

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