En silencio, Andrés Revuelta
De pronto, un gran torero. En cuadrillas de matadores jóvenes y de novilleros. En plazas portátiles y en las grandes plazas. No le conocía. Me informé. Había sido un referente entre sus compañeros en la Escuela de Madrid. Parece ser que no tuvo suerte en Madrid en sus dos comparecencias, siguió en la profesión, marcho al Perú en el año 2016 y al año siguiente decidió hacerse banderillero.
Le vi un día en un pueblo serrano de Madrid ejercer de director de lidia sin que se notara, cuando el matador, un novillero desconcertado, había dimitido. Le vi llevar la contraria, con toda la razón del mundo, a las órdenes del apoderado del susodicho que solo ordenaba estupideces. Le vi poner orden, encauzar la lidia, encauzar al matador y que allí no pasara nada.
Y luego me fijé cada vez que se había ajustado con un matador, por lo general joven. Y era, y es, un placer verle torear: un maestro de lo que yo llamo la brega con arte. Y es un placer verle banderillerar: sin parafernalia pero con torería. Con Andrés Revuelta me pasa lo que me pasaba con Curro Molina. Son tan buenos toreros que te gustaría verlos con la muleta en la mano.