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COLECCIONES – Argumentos para el aficionado (3). Muerte natural del toro de lidia y ética del torero

La muerte por depredación cierra la última fase de la vida de muchos animales salvajes y/o domesticados, sustancial en la cadena alimentaria e inherente a todo ecosistema: un ciclo de eterno retorno compuesto de vida-muerte-vida, que da cauce a la evolución de las especies, sin la cual jamás hubieran sobrevivido y adaptado al medio ambiente. Entre otras cosas, los humanos y los animales no estaríamos aquí o no seríamos como somos.

En efecto, la cadena alimentaria, base de la vida en todo el planeta, se funda en la predación entre las especies animales y (algunas) vegetales. En el ecosistema de la tauromaquia, el torero es el depredador necesario del toro. La muerte del animal en la plaza cumple dos funciones ecológicas: garantiza el equilibrio demográfico de las ganaderías y proporciona el imprescindible sostén económico que las mantiene.

La crueldad es un sentimiento exclusivo de la especie humana que se manifiesta cuando un individuo (el verdugo) tortura impunemente a otro invididuo indefenso (la víctima). Esta tesitura no se da en la corrida de toros, en la que se invierten los papeles del verdugo y la víctima, pues el toro es, desde que sale al ruedo, el actor de la violencia y el torero, su absoluto receptor. No hay suerte en el toreo que no exija al torero jugarse la vida. Y la lidia prescribe suertes más comprometidas para el torero a medida que el toro se atempera en los tres tercios que la componen, siendo la última, la de matar al toro, la llmada suerte supema, la más potencialmene letal para el torero. 

Hay una ley natural, no escrita, instintiva pero ética, previa a la cultura o que quizá sea su origen, a la que denominamos Ley de Solidaridad Específica, e infaliblemente cumplida por la especie humana: la solidaridad colectiva con su semejante en peligro, tesitura permanente durante la lidia del toro.

La ética del toreo, o sea, del torero, el que se pone delante del toro, es inatacable. ¿Quién  puede sentir la crueldad al presenciar el peligro letal que amenaza a un semejante ante una fiera, a la que para torearla y sacrificarla le da sus mejores opciones? ¿Por qué la estocada es una suerte siempre liberadora y, muchas veces, catártica?

La corrida no es tortura, como dicen los antitaurinos, sino todo lo contrario. Los animalistas no pueden negarlo, pero sí argumentar el dolor que la lidia inflige al toro. ¿Es eso cierto? Lo refutaremos en el próximo capítulo.

Próximo capítulo: ¿Qué siente el toro durante la lidia?

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