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La Lidia

LA LIDIA A EXAMEN – Diez precisiones sobre la actual suerte de varas

La lidia ofrece tres tercios. Y los tres tienen el derecho –y la obligación- de ser brillantes.

Fotografía: Alberto Simón

La lidia ofrece tres tercios. Y los tres tienen el derecho –y la obligación- de ser brillantes.

1ª. Hace menos de un siglo, cuando el toro se enfrentaba a un caballo terminal y sin peto, lo corneaba o lo mataba. La suerte de varas estaba desequilibrada a favor del toro. Y fuerte o débil, regordío o vareado, bravo o manso, su prestigio letal era enorme. Ponía el toreo en valor.

2ª. Ahora, cuando el toro se enfrenta a un caballo domado, con 650 kilos y, como mínimo, otros cien más (entre picador y arreos protectores), lo primero que hace al salir a la plaza, aunque sea bravo y poderoso, es perder (ser perdonado en varas). La suerte de varas está desequilibrada en contra del toro. Y devalúa el toreo de a pie y el prestigio de la corrida.

3ª. El útil torero que más ha evolucionado es la puya. Una evolución vinculada a la bravura. Era pequeña cuando la suerte se practicaba a caballo en movimiento. Fue creciendo cuando el toro empezó a emplearse. Por eso, a medida que la bravura se acrecentaba redujo su tamaño, se le añadió un tope, primero la arandela y después la cruceta. Pero tales medidas no bastan, el toro se emplea y se autocastiga cada vez más.

 4ª. El caballo actual, pesado y superprotegido frente a un toro que empuja, es un valladar inexpugnable y permite al picador inferir heridas que hasta triplican la dimensión de la puya. Y cuando esta cae trasera y caída provoca heridas insuperables y hasta el animal más bravo deteriora sus embestidas o deja de embestir.

5ª. Hasta el año 1936, el 80 por ciento del trabajo del picador consistía en defenderse y defender a su montura, y el 20 restante, en picar. Ahora, el 80 por ciento de su trabajo consiste en picar y el 20 por ciento y defenderse. Antaño, si el toro era frágil y vareado, hoy inservible, lo prestigiaba su letalidad en el tercio de varas. Hogaño, a un torazo vigoroso hay que perdonarle después del primer puyazo.

6ª. La pirámide triangular de la puya actual es carnicera, produce sangrientas heridas en abanico que, erróneamente, certifican el buen hacer del varilarguero. Pero la abundancia de sangre en el morrillo no demuestra nada. El volumen de sangre de un toro con 500 kilos se sitúa en algo más de 40 litros. Y el muy picado no pierde más de 2 litros y medio. La sangría no lo atempera ni enciende su bravura, lo hace su gasto energético en la pelea con el caballo, al tiempo que su peculiar mecanismo neuroendocrino bloquea el dolor producido por el hierro en la piel, no en la carne.

7ª.  Una vara bien puesta, arriba, al final del morrillo, y con una sola trayectoria, mejora el comportamiento de todos los toros, bravos, bravucones, mansurrones y mansos. Un toro bien picado, en uno, dos o tres encuentros, no merma sus embestidas ni las estropea.

8ª. El actual caballo de picar es el mejor de la historia, domado para la suerte de varas. Siempre deberá pesar más que el toro, porque este impacta con su reforzada fuerza en movimiento (su peso por la velocidad al cuadrado) en el equino aguanta parado. Pero su peso excesivo lo convierte en un valladar disuasorio, frente al que todos los toros pierden la partida y reducen la emoción de la lidia.

9ª. La ética de la tauromaquia manda que todas las suertes del toreo exijan a quien las ejecuta que se juegue la vida al hacerlas. Menos la suerte de varas, para proteger al caballo, la naturaleza colaboradora frente a la naturaleza agresiva que es el toro.  Pero un exceso de ventaja pervierte el equilibrio ético de la lidia. No se puede torear impunemente.

10ª. Es imperativo reformar la puya actual, acabar con la pirámide triangular, reducir su largura, sustituirla por la cuadrangular que impide barrenar en abanico y ofrece una fácil penetración y rectificación. Es preciso que el caballo actual baje comedidamente de peso. Y es necesario que el peto reforme su tenso material antibalas, pues impide al toro acoplarse en la suerte. De no reformarse, la suerte de varas seguirá desprestigiada, a pesar de que una larga fila de varilargueros haya renovado positivamente el escalafón.

Conclusión

En esta coyuntura de feroz ataque antitaurino, la mejor respuesta que la tauromaquia puede dar es mejorar su brillantez. La lidia ofrece tres tercios. Y los tres tienen el derecho –y la obligación- de ser brillantes.

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