EntreToros
LA SEMANA TAURINA – La Hoja del Lunes (4)
Del martes 28 de mayo al domingo 2 de junio
Por José Carlos Arévalo
El toro, el toreo y el público de Madrid
Acabo de descubrir que mi ordenador es antitaurino. Por lo visto no quiere que escriba de toros. Cuando lo abrí esta mañana las reseñas de los tres primeros festejos de la semana eran una página en blanco. No pude recuperar mis notas sobre la novillada del martes y las corridas del miércoles y el jueves. Mejor, sintetizar los tres festejos me impone ir al grano, quedarme con la sustancia de lo acontecido y dar menos latazo a mis improbables lectores.
Alejandro Chicharro, todo un torero
De la novillada del martes, mi memoria ha sido muy selectiva. Solo recuerda que Guadaira envío utreros con trapío de utreros, lo que mosqueó al sector torista, que es partidario del novillo con trapío de toro. De los novilleros retiene tres conclusiones muy concisas. Primera: El trazo de Lalo de María es geométricamente bueno pero no tiene alma. Si alguien le preguntara que siente mientras torea, el rubio Lalo debería contestar: nada. Segunda: La presencia de Pepe Luis Cirugeda me pareció injustificada, da la impresión de que no sabe torear ni de salón. Y tercera: Alejandro Chicharro (su apellido no le va en absoluto, debería anunciarse simplemente Alejandro) me asombró, me entusiasmó. Por su sentido de las distancias, por la perfecta presentación del engaño, por su intuición de las alturas, por su valor, por su temple, por su mando, porque concibe las suertes completas, toreadas de cabo a rabo. Tuve la impresión de hallarme ante un gran torero. Su actuación fue de Puerta Grande. No la abrió porque falló con la espada en su segundo novillo y porque en su primero pinchó con el presidente, que era un hueso.
Seis gayumbos de Juan Pedro o la sinrazón
La corrida más esperada, la de Juan Pedro Domecq para Morante, Talavante y Aguado fue, a pesar de algunas cosas buenas, como se podía esperar de los tres toreros anunciados, decepcionante, no por culpa de la terna y quizá tampoco de Juan Pedro Domecq, que se subordinaron (ganadero y toreros) al triunfo clamoroso de Florito, veedor de Las Ventas, representante del tendido 7 en los corrales, así como de su peón de confianza, el presidente de la corrida. Porque al ruedo saltaron seis gayumbos impresentables, zambombos como toros de calle, cornalones como ciervos viejos, fuertes eso sí, gordos y musculados, verdaderos autobuses de dos pisos y poco dispuestos a embestir, como correspondía a su edad cinqueña. Una tomadura de pelo, lógicamente respetada por el 7 y sus acólitos del 4, pues así conciben ambos al toro de lidia, y soportada por la inane mayoría silenciosa. Pablo Aguado dio las mejores verónicas de la feria, Morante hizo un inicio de faena extraordinario a un toro que olía y el de la Puebla cortó la faena porque el toro anunciaba cornada y no fue partidario de que se la diera. Y Talavante hizo una gran faena a un galafate de aquí te espero y que embistió, seguida con pasión y premiada con moderación.
Me declaro partidario de David Galván
Al día siguiente, se corrió la prevista mansada de Alcurrucén (venía precedida de las mansadas de Valdemorillo, Sevilla y la anterior que lidió en San Isidro, salvo dos medio qué). Pitaron de salida algunos torazos porque la tablilla sugestiona al 7 y los que pesan menos de 550 kilos o no se adornan con pitones como rascacielos lo tienen crudo. Salió vencedor de la encerrona David Galván, torero de arte que le da fiesta al toro bronco, pero el presidente no le premió, porque es un presidente serio de una plaza seria. Tela. Daniel Luque -increíble e injusta su mala colocación en la feria- no pudo torear a dos funos con menos embestidas que un armario de tres cuerpos. Y Víctor Hernández, que confirmaba su alternativa, no pudo confirmar nada por culpa de otro lote infumable con el que se jugó la vida.
Gran toreo, un torerazo y un toro de bandera
La corrida del viernes se esperaba con interés por el buen juego de los toros de Santiago Domecq en todas las plazas donde lidia. Pero el presidente y los veterinarios se encargaron de joder tanta esperanza. De los 11 toros enviados por el ganadero, preparados, nutridos y ejercitados desde hacía un año con la ilusión puesta en este día, se rechazaron 7. ¿La razón? Eran cuatreños, tenían unas hechuras perfectas y los 7 eran de nota. ¿Cumple el reglamento la autoridad antes de la corrida, sin luz ni taquígrafos? ¿Por qué habría de cumplirlo si a la luz del día la plaza le da la razón? Todos los toros del gran ganadero sufrieron palmas de tango, incluso el tercero, que posiblemente será el toro más bravo de la feria. Con este bravísimo animal Borja Jiménez hizo un faenón de los que se ven muy pocos. Mereció dos orejas, pero le dieron una. Al toro le ovacionaron, pero era de vuelta al ruedo. En su segundo mereció otro trofeo por una faena épica, plena de verdad y garra torera frente a un toro bravo, correoso y peligroso, pero solo le aplaudieron. Talavante dio una gran tarde de toros, digna de la Puerta Grande, pero se fue de vacío. Quizá su segunda faena al bravo “Tejonero” fue más inspirada que profunda. Hay toros que exigen otra estructura de faena.Y qué más quieren que les diga. Pues les digo que Uceda Leal ha hecho el toreo de más enjundia, majestad y torería de toda la feria en la primera parte de su faena al toro de Algarra y saludó a las palmas desde el callejón.
Conclusión: gran triunfo del 7, que pitó de salida a “Experto”, posiblemente el toro de la feria, y gran fracaso de la tauromaquia.
Un dato: El toro “Experto”, negro, de 543 kilos, nº 29, lidiado en tercer lugar, estuvo rechazado desde un principio. Afortunadamente, el presidente accedió a su aprobación gracias a la insistencia del ganadero. Era un poco estrecho del tercio trasero. Se nota que los veterinarios son partidarios de los culos redondos. Vaya, vaya.
Comentario final: En el ole no manda nadie, ni el presidente, ni el 7, ni ningún apriorismo, ni la mala baba, ni nada. Brota intenso y espontáneo en miles de gargantas a la vez. Es el certificado incuestionable del toreo. Por eso, porque persiste el ole de Madrid, sigo creyendo en la plaza de Madrid. Lo que no entiendo es que un público que sabe sentir el toreo, luego se acojone con una secta de reventadores indocumentados y no se atreva a premiar el toreo. La deriva hacia el toro 700 kilos es peligrosa. Valga, pues, una reflexión deportiva. Si en los clubes futbolísticos de Madrid mandara el ultra sur, el Madrid y el Atlético jugarían en tercera división.
Gran tarde de toreo en Aranjuez
Yo no sé si los capotes y muletas de Juan Ortega están impregnados de clororformo. Pero, sinceramente, no me puedo explicar como con dos capotazos por bajo llega un toro a embestir de salida tan atemperado, tan despacio, tan acompasado como si el gran Saavedra le hubiera pegado tres varas en buen sitio. Al de Triana le premiaron con una ridícula oreja de su primer toro, al que hizo una buena faena, en la que sobresalieron unos cuantos naturales y redondos, lentísimos, de diapasón dormido; rematados hacia adentro, rompiendo las leyes de la física; tan bien compuestos pero sin componerlos. Peor fue lo sucedido en el cuarto de la tarde, porque lo toreó con el mismo estado de gracia, pero, además compuso una faena perfecta: comprobación sobre el comportamiento del toro mediante sublimes muletazos genuflexo; composición de un toreo en redondo desgranado a tempo de adagio; y celebración de la faena con adornos cadenciosos y la suerte suprema bien hecha. Ojo, este torero está a punto de convertirse en un estilista de la estocada. Pero no le pidieron ni una oreja. En Sevilla o en Madrid, las dos faenas eran de dos. ¿Estaban acaso los ribereños inducidos por el ensueño como hace muchos años, cuando la música de los italianos acariciaba el lento curso del Tajo a su paso por el Real Sitio?
Los despertó Ginés Marín. No con un toreo extravertido, sino muy profundo y bellísimo. Hacía tiempo que no le veía torear así. También hizo dos grandes faenas, vibrantes y muy bien estructuradas. Perolo mejor fe su toreo con la mano izquierda. Naturales largos como ríos, prendidas las embestidas en los vuelos y con los vuelos rematadas gracias a un sutil juego de muñeca que desflora la suerte y deja al toro colocado y embebido para el siguiente natural. Increíble. Nadie torea así, por naturales, en todo el escalafón. Ginés cortó tres orejas.
Pero a Roca Rey no se le puede cabrear. Y lo pagó con el toro. Al que infligió un toreo fundamental. Con la derecha y con la izquierda. Esos muletazos tan exigentes, tan completos, tan toreados, que parecen succionar, uno a uno, toda su bravura. Pero no. Lo que hacen es convertir al toro en un partenaire amaestrado que describe círculos inverosímiles en torno al torero mientras la gente enloquece desbordada por el zarpazo sin piedad del toreo.
No me pregunten por la corrida de El Freixo que El Juli envió a Aranjuez. Bonita, rematadita, noble, discreta de pitones, aparentaba menos peso del que lucía en las tablillas. Pero fue brava. Por eso se vio torear en los seis toros.
Drama en Las Ventas
No vi la corrida en la plaza. Esa tarde, como ustedes saben, estaba en Aranjuez. La seguí por la noche, en OneToro. Y la transmisión fue perfecta. Gracias a su excelente realización y a los solventes comentarios de David Casas, Domingo Delgado de la Cámara y el matador Domingo López Chaves viví la lidia como si estuviera en mi asiento de todas las tardes rodeado buenos aficionados.
La banda sonora, prudentemente rebajada, da un objetivo testimonio del caos que asola el que fuera primer coso de la tauromaquia. La agresiva omnipresencia de un sector inaguantable, gritón e indocumentado y la tolerante paciencia del resto, una mayoría que no ejerce su mando porque tampoco tiene ni idea. Por lo menos así es el público dominguero. Supongo que entra de gañote, con las entradas cedidas por los abonados. A estos les disculpo su deserción. No por la marcha de la Feria, pues todas las corridas han tenido interés, sino porque la compañía cotidiana del 7 es peligrosa para la salud mental.
Por supuesto, el analfabetismo taurino de los talibanes se manifestó poderoso cuando salió al ruedo el tercer toro, el único con buenas hechuras, no destartalado de pitones y con un peso que ahora resulta liviano, media tonelada y 35 kilos. Luego, sucedió que el toro fue bravo y con clase. Su matador, el mexicano Isaac Fonseca, estuvo muy bien y le cortó una merecida oreja. Del moreliano me encantó su toreo de capa, muy bueno a la verónica, y, sobre todo, sus pases naturales, , con mucho gancho en el embroque, rematados hacia adentro y muy bien ligados. Su triunfo fue cabal. Más tarde los comentaristas nos informaron de que el toro había estado rechazado y que se aprobó a última hora debido a la insistencia de las cuadrillas y el ganadero. Curioso, lo mismo sucedió con el hasta ahora toro de la feria, el de Santiago Domecq. Cuando no hay luz ni taquígrafos resulta que quienes tienen que cumplir el reglamento lo incumplen o tratan de incumplirlo al servicio de la canalla. Edificante. Menos mal que para compensar su debilidad, le echaron a Fonseca un galafate, no se fuera a ir de rositas. Lo toreó con una verdad que no se merecía el presunto homicida, el cual se vengó cogiéndole por la espalda y atravesándosela.
Pero antes, el quinto toro había cogido a Francisco José Espada, un buen torero muy castigado en Las Ventas, fue cogido por un mal toro al que toreó como si fuera bueno. La impresionante voltereta lo dejó sin sentido. Fue trasladado a la enfermería y de allí al hospital. Además, el buen torero de Fuenlabrada tuvo la mala suerte de ver cómo devolvían a los corrales el que parecía un toro de vacas por su embestida humillada, su fijeza absoluta y la elegancia vibrante de su tranco. Pero el bravísimo animal tuvo mala suerte. Apenas se hizo presente en el ruedo, un remate de un capotazo por bajo de un peón le hizo dar una voltereta de campana que, digo yo, le partió el espinazo. Y aunque siguió luchando como bravo persiguiendo las telas y empujando en el caballo, su bravura no le sirvió de eximente cuando perdió las manos una vez y se cayó otra vez. Quiero pensar que al menos su criador le sacará semen después de ajusticiado en los corrales, como manda el absurdo reglamento en vigor. Después, sin opciones el torero se las vio con un feo y deslucido cinqueño de Chamaco. Duro oficio el del torero. No solo basta con tener cualidades. Como es el caso de Francisco José, también se necesita suerte. O al menos que el 7 no te devuelva un toro de ensueño.
A Juan Leal, que abrió plaza, le esperaba una nueva experiencia. Estar bien y que el público no lo quiera ver. Su lote, muy serio pero protestado, fue menos enemigo que el tendido. Con la muleta dio pases francamente buenos a dos toros deslucidos, que fueron respondidos con silencios desconcertantes. Los soportó con dignidad, así como se resignó a que su arrimón final con su primer toro, todo un señor toro muy astifino, mereciera pitos e indiferencia. Y cuando se hizo cargo del quinto, por cogida de Espada, la gente protestó. Lo empezó a torear como si fuera un buen toro y lo toreó bien. Pero le protestaron. Unos porque nunca han estado en una plaza de toros y otros porque lamentablemente no se pierden ni una.
Menos mal que el martes vienen los “escolares”. Y todo será guay del Paraguay.