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SEVILLA – Apuntes de una Feria de Abril para la historia

      por José Carlos Arévalo

La empresa. Antes de que empezara la Feria de Abril escribí en entretoros que sobre el papel era la mejor feria que recordaba. Y cuando se arrastraba el último “miura” de la corrida que cerró el ciclo reconozco que no recuerdo otra feria mejor. Para el aficionado, todos los carteles estaban rematados, y para el gran público, casi todos. Justo es reconocer que la empresa Pagés ha tirado la casa por la ventana y ha puesto el prestigio de la Fiesta por los cielos, silenciado a los antitaurinos y desautorizado el abolicionismo pretendido por la izquierda podemita. 

La difusión. Feliz ha sido el debut de Mundotoro TV. La realización, perfecta. Los comentarios de los matadores, Fernando Cepeda y Dávila Miura, esclarecedores, así como los de Rafael Peralta en la lidia a caballo. David Casas ha sido un dinámico comunicador, que ha transmitido una oportuna imagen juvenil de la tauromaquia, y Domingo Delgado de la Cámara equilibró bien sus comentarios sobre la lidia con los desconocidos referentes históricos que terminan de explicarla. La belleza del marco maestrante más la grandiosidad del toreo y la bravura demostraron que la corrida de toros fue algunas tardes el mayor espectáculo del mundo. Pero no nos engañemos, si la Fiesta llegó a muchos rincones del planeta, solo fue vista por sus adeptos, los únicos que pagan por verla. Semidesterrada en los medios de comunicación audiovisuales y escritos, la calle no se ha enterado del gran momento que atraviesa la tauromaquia. Y por eso, solo por eso, vive recluida en un gueto, pues el público, el que siempre ha terminado de llenar las plazas, no tiene la menor idea de lo que ha pasado en Sevilla. Más numeroso que antes de la pandemia, el gueto donde mora la Fiesta sigue siendo un gueto.

La bravura. Breve y rotunda afirmación: si el toro que se ha lidiado en Sevilla hubiera tenido un punto más de vigor y si la suerte de varas no estuviera tan desequilibrada en su contra, la apoteosis de la tauromaquia habría sido aún mayor. Porque el noventa por ciento de los toros tuvo voluntad de embestir, no se dolió al castigo, respondió automáticamente a los toques, y si los que viciaron, acortaron, malograron sus embestidas lo hicieron como consecuencia de una selección que privilegia la bravura pero menoscaba la casta, todavía más brillante habría sido el resultado de la feria. Cuando hay toreros tan capaces como los que hoy tiene la Fiesta frustra comprobar que se topan con un alto porcentaje de toros bravos sin el soporte de la fuerza y la viveza. Con todo, el balance es muy positivo, muchos toros aptos, cuatro de vuelta al ruedo y otros tantos que la merecieron resulta todo un record.

El toreo. Al respecto no hay más remedio que dar tres nombres, Morante de la Puebla, Daniel Luque y Andrés Roca Rey. Del poblano no voy a repetir que su acervo compendia tres siglos de tauromaquia, ya lo sabe todo el mundo. Pero sí he de subrayar que su faena de rabo al toro de Domingo Hernández fue la cumbre de la faena abierta y estructurada según le inspiraban las embestidas del toro y, además, una respuesta demoledora a los jóvenes toreros generación del temple, pues en el centro de su portentosa faena hubo series ligadas en redondo, por naturales y derechazos, que fueron las más lentas y acompasadas de toda la feria. Jamás la perfección del trazo, el zarpazo del duende y la despaciosidad del temple habían alcanzado un abismo tan misterioso, la cumbre sublime del arte inexplicable. 

Del generense diré que su faena al toro del Parralejo fundió la inteligencia con la inspiración, un temple de indecible cadencia con un mando tan férreo como invisible, que la estructura de su trasteo tuvo la magia de un poema en el que la belleza del fraseo oculta su perfectísima cuadratura, y de su faena al toro Victoriano del Rio solo digo que fue un milagro.

Del limeño ha de confesar que como nunca vi a Manolete, con él he descubierto la viva presencia del héroe legendario, el Cadmo que vino de otro continente en busca de su hermana Europa y que en Europa fundó su reino después de vencer a la fiera indomeñable. Su sencilla elegancia, su valor majestuoso, la torerísima verdad de su arte muletero, su espada letal y heroica lo proclaman líder indiscutible del toreo. Y no importó que los fariseos guardianes del templo le cerraran un día la Puerta del Príncipe, porque días antes se la había abierto el pueblo, esa suma de aficionados y gran público que solo congrega el torero elegido.

El futuro. Sevilla, ciudad donde se fundó la lidia, ha vuelto a marcar el futuro. El toro reseñado por hechuras y por reata. Las ganaderías que en principio mejor embisten. Y los toreros ajustados por una sola razón, su calidad. Estas son las claves del futuro de la Fiesta. Frente al ataque global que hoy acosa al toreo, la mejor respuesta es la tauromaquia plena de verdad y brillantez que este año se ha vivido en el ruedo de la Maestranza.

Una sugerencia. En Sevilla una entrada de sol es más cara que una entrada de sombra en Madrid. En Sevilla muchas tardes el sol está semivacío. ¿No sería más lógico bajar precio de las localidades de sol y que sus tendidos estuvieran llenos? El ingreso añadido que suponen los derechos de imagen debería facilitar que los aficionados con menos posibles también puedan ver los toros en la plaza.                  

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