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De Plata, Oro y Azabache

DE PLATA, ORO Y AZABACHE – Oscar Bernal, la grandeza de la suerte de varas

Oscar Bernal en el patio de caballos de Las Ventas.

Oscar Bernal, la grandeza de la suerte de varas

La aspiración del picador inexperto es alcanzar la eficacia. El defecto del gran picador es no superarla. Bergamín decía que el toreo se hace y se dice. Y el axioma también afecta al picador, que debe ser un artista, si queremos que la suerte de varas no solo cumpla con su misión puramente funcional. Y si queremos el primer tercio recupere la brillantez que antaño tuvo.

De la seca interpretación que caracteriza hoy a casi todos los picadores, y entre ellos los hay muy buenos aunque la gente no se entere, tienen la culpa los matadores, muy agradecidos con su eficacia y muy censores de su calidad artística. Nunca lo entendí. Al maestro Antonio Ordóñez jamás le molestó el lucimiento de su picador, el maestro Alfonso Barroso. Por fortuna, hoy ya son varios los grandes toreros que disfrutan con el triunfo de sus picadores y banderilleros. A veces, hay varilargueros buenísimos y austeros, como José Manuel Sánchez, aquel gran picador, pero de estilo escueto en el que no se fijaron los listo. Era un arquetipo de la escuela de Vilches que militaba en la cuadrilla de Fandi, por cierto un gran lidiador del primer tercio.   

Ahora, con otro cante, también con suprema eficacia y con gallarda elegancia destaca la figura de Oscar Bernal, un verdadero artífice de la suerte. Viril y bien encajado en su montura, cita al toro dando el medio pecho del caballo, lanza la vara con torería, valor y precisión. Coloca el puyazo en el sitio exacto, arriba y al final del morrillo. Lo sostiene  sin girar la vara, sus punciones son de trayectoria única, cargando la suerte con el brazo que pica y, si es preciso, ayudando al aplomo de su montura con un magistral uso de la rienda con el brazo que sostiene y torea. Puede tapar la salida del manso poderoso y no abusa con ventaja contra el vigor del bravo. Mide el castigo con precisión de agrimensor, porque adivina el fondo freático donde el toro almacena su bravura y  equilibra su fuerza según el caudal de fuerza de cada toro. Y como hace y dice el toreo a caballo, la gente se percata y  las ovaciones prestigian el primer tercio. Y el matador, sin impotentes celos, lo contemple satisfecho, porque en las manos de Bernal los buenos mejoran y los malos se corrigen. 

A comienzos de esta temporada ha dado dos lecciones cum laude en las cátedras de Madrid y Sevilla. 

Orcar Bernal, un maestro de la lidia de nuestro tiempo. 

José Carlos Arévalo

Oscar Bernal haciendo la suerte con espectáculo y emoción
Oscar Bernal, picador de toros

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