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El Sector

LA EMPRESA – Ramalazos cosmopolitas

por José Carlos Arévalo

Aunque Simón Casas es francés, en tanto que sefardita siempre le consideré español. Y en tanto que taurino, un singular prototipo de la tribu. 

No cabe la menor duda que convirtió a Nîmes, su patria chica, en la ciudad taurina por excelencia. Por supuesto, no estuvo solo. Pero el anfiteatro romano de la ciudad ha sido, gracias a sus estelares carteles, un foro mundial del toreo, y, desde hace unas tres décadas, el escenario de las alternativas más relevantes. 

Pero Casas tiene una patria grande: el planeta de los toros. Y, naturalmente, su objetivo era España, el país fundacional de la lidia. Hizo una buena gestión en Valencia, mala en el Puerto de Santa María, desigual en Zaragoza y, siempre tuve la intuición, fallida, de que los Balañá le encargarían la gestión de Barcelona, acompañado de los catalanes Enrique Patón y Roberto Espinosa. De haber sido así otro gallo le cantara a la Monumental de Paseo de Gracia. (podría argumentar mi opinión pero ya no serviría de nada).

En todo caso, cuando consiguió, en UTE con Nautalia, pensé en un glorioso fin de carrera. Pero no fue así. Después de optar con los mejores pliegos a gestionar Las Ventas y que le dieran una patada en el culo, su última apuesta fue irrebatible, pero también en absoluto rentable. No sé cómo fueron después las tensiones entre socios, ni me importa. Sí anoté, antes de la pandemia, unas muy buenas ferias de San Isidro y de Otoño, un tanto oscurecidas informativamente por la negativa de los presidentes a premiar faenas colosales. Pero las temporadas fueron, como con anteriores empresas, la asignatura pendiente de Las Ventas. Y me extraño, porque su primer pliego –el mejor de todos- daba cumplida respuesta al problema. 

Luego, los aficionados presentimos un cierto relevo a cargo de su socio mayoritario,  Rafael Garrido. Y la verdad es que la programación de las Ferias siguió siendo buena, así como mediocre el resto de la temporada. Los rumores decían entonces que Casas había vendido sus acciones a Antonio Catalán, el magnate hotelero y padre de Toñete, buen torero incomprensiblemente retirado. Y ahora, en estas líneas que no pretenden abordar la extensa biografía taurina de Casas, se confirma que los rumores eran ciertos porque el mexicano Pedro Haces (don Bull) y un señor al que no conozco, llamado Pedro Tamayo, se las han comprado a Antonio Catalán, de modo que un taurino francóespañol, Casas, una empresa de origen suizo, Nautalia, un mexicano (Haces) y el señor Tamayo, dirigen ahora los destinos de la llamada primera plaza del mundo. La cara de poker que habrá puesto Ballieres hijo, el mexicano que más seriamente ha apostado por la tauromaquia española, habrá sido como para fotografiarla. 

De cualquier modo, la internacionalización de la Fiesta se impone en estos años de acoso global a la tauromaquia. Juntos los intereses de los países taurinos, la Fiesta será más fuerte. Pero ahora con un matiz diferente al del dominio multinacional de Manolo Chopera. Entonces el empresario donostiarra gestionaba plazas importantes de España, Francia y América. Hoy, son los mexicanos quienes desembarcan aquí, representados por Antonio Barrera, asociados con los hermanos Chopera, o, en el caso de Pedro Haces, con Simón Casas como introductor de embajadores. 

A los nacionalistas rancios les escandalizará. A mi, estos ramalazos cosmopolitas me parecen positivos para un sector empresarial taurino autárquico y mediocre.

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