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El Ojo Crítico

EL OJO CRITICO – ¿El campo sin veedores?

Por José Carlos Arévalo

Cuando  se retiró Pepe Dominguín, se hizo veedor de su hermano Luis Miguel y de Antonio Ordóñez. Y se lo tomó en serio. Veía novilladas con y sin picadores sin descanso y recorría durante los inviernos todo el campo bravo. Comprobaba cómo estaban las ganaderías y sabía cómo iban a estar. En España y en Portugal. Por eso recomendó a su hermano y a Ordóñez mataran los terroríficos “palhas” en el “verano sangriento”, porque ya la divisa lusitana embestía de dulce y aquí no se había enterado nadie. Y por eso cuando Antonio Bienvenida le pidió una corrida para matar seis toros en Vista Alegre, le recomendó, ante la sorpresa del maestro, la de Saltillo. La mató y creo recordar que cortó cinco o seis orejas. 

El veedor, que suele tener mala prensa, es un taurino decisivo, tanto para las empresas como para los toreros. Hace años, antes de que comenzara la temporada, dos periodistas, José Antonio del Moral y el que suscribe nos veíamos con Piédrola en Córdoba y con Miguel Criado en Sevilla para saber cómo estaba el campo. No se les escapaba una. Eran predictores infalibles.

He pensado esto al saber que una joven ganadería, Toros de Mollalta, puro Torrealta, la parte entera que correspondió a los hermanos de Borja Prado y que pasó a manos de Inés López Salinas, no ha vendido un pitón desde que empezó la pandemia. Un hecho extraño, porque los años precedentes, había lidiado tres o cuatro corridas por temporada que llamaron la atención por el buen juego de los toros, varias vueltas al ruedo e incluso el malogrado Fandiño indultó uno. 

Visitar  “El Espino”, entre los términos de Tirteafuera y Almodóvar del Campo, en Ciudad Real, donde pastan los Toros de Mollalta, resulta sorprendente. Y no porque las instalaciones –dos plazas de tienta, impecables cercados, corredero, silo, cuadras, etc.- son de la primera división, sino por el estado de los toros, limpios y fibrosos, rematados y prestos para lidiarse ahora mismo. Seducen por sus hechuras, con ese trapío que anuncia embestidas enclasadas y deslizantes, la bravura del linaje de Maribel Ibarra. 

Qué extraño es el ganadero de bravo. Me recuerda al viticultor bodeguero. Uno con el sabor y el otro con la bravura hacen arte. Pero más insólita es la honrilla del ganadero, en este caso ganadera. Porque si la rentabilidad fuera su objetivo el campo bravo ya no existiría. 

Valga este texto para anunciarles que terminada la temporada, en entretoros,com empieza el viaje al campo bravo.       

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