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El Ojo Crítico

EL OJO CRÍTICO – Paco Ureña, el extraño caso de un torero con mensaje

Foto de Alberto Simón.

Factor desencadenante: En la última temporada normal, la de 2019, Paco Ureña arrolla en Madrid y en Bilbao, y triunfa en los cosos más importantes, entre ellos la plaza de Valencia. Lógica consecuencia: lo decide apoderar la casa Lozano. Primera anomalía: torea poco, menos que otros diestros emergentes en tiempos de pandemia. Segunda anomalía: le coge un toro en Abarán (Murcia) y acto seguido los Lozano le dejan. Nadie da explicaciones, ni los informadores, buenos chicos, la piden. Y tercera anomalía:  Plaza 1, empresa de Las Ventas, plaza  en la que Ureña ha triunfado espectacularmente, y ahora empresa de Valencia, no le haya contratado para la feria de Fallas, además con el agravante de que Ureña ha triuntado también en el coso de la calle Xativa. ¿De qué sirve triunfar en la Fiesta actual? Extraño. 

Pero más extraño que esta aberrante situación -¿imputable al torero, a Juan Diego, su nuevo apoderado, a las empresas?- es que Paco Ureña no es un torero intercambiable, buen espada, regular en el triunfo, semejante a otros muchos matadores y sustituible sin que nadie se sienta defraudado. No, Paco Ureña tiene una virtud diferencial. Es un torero con mensaje. Y de estos hay muy pocos. Me explico. Tiene mensaje quien une la personalidad al estilo. Y la personalidad de Paco bascula de la tensión en el cite al éxtasis en el toreo, una transformación unida a un estilo depuradísimo en el trazo, hondo en el aguante, emocionante en su verdad. Y por eso, en todos los cites, con todos los toros, en todas las plazas, su arte tiene un mensaje estremecedor: cuenta la historia del artista que asume un riesgo absoluto, a cara o cruz, a vida o muerte,  y que desemboca casi siempre en la sublime belleza del toreo.

¿Cómo puede darse un caso tan extraño como el de este arranque de temporada, en un momento en que la Fiesta debe ponerse al servicio de lo que de verdad funciona? La tauromaquia, tan necesitada de unir todas sus fuerzas, vive un tiempo absurdo, de taurinismo impune, de periodismo inexpresivo, de toreros infravalorados y de aficionados que se cabrean por nada y se contentan con nada. Como decía el clásico, ¡qué país, Miquelarena!

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