Se conoce que al toro de Montalvo le va el madrugón. En feria de Valdemorillo del año 20, la ganadería de Juan Ignacio Pérez-Tabernero fue la triunfadora. En la de este año, supongo que también. He de reonocer que los los toros de “Linejo” han tenido buena suerte en el sorteo. Un Ferrera diestro, un Perera poderoso y un Marcos con la yerba en la boca eran garantía de entendimiento. Pero más allá de lo mucho que influye el torero en el toro, cuando las ganaderías aportan una experiencia de generaciones en la selección y crianza sus resultados se traducen en una gran regularidad. Objetivamente hubo dos toros de comportamiento bajito, ni bueno ni malo, segundo y cuarto; dos buenos, primero y tercero; y dos excepcionales, quinto y sexto. Pero a mi entender y sin mala fe, cuatro fueron aptos para buenas actuaciones, y dos de consagración.
Si su comportamiento medio garantizó el éxito de la tarde, su presentación, impecable -tres más terciados por delante y otros tres muy rematados en la segunda parte del festejo- confirmaba el alto nivel de este hierro. Hago estas observaciones, que no analizan el juego de los toros, para extraer una ingenua conclusión: el respeto del ganadero a su divisa consiste en que los lotes enviados a cualquier plaza, de cualquier categoría , deben estar en consonancia con su prestigio. Y al margen de que en la tarde de Valdemorillo hubo dos toros de una clase fuera de lo común, quinto y sexto, el triunfo se basó en el empaque de toda la corrida. Si hay vergüenza torera, también la hay ganadera.