Contacta con nosotros

Sin categoría

ANIMALISMO – Como taurino me mosquea la Ley de bienestar animal

Foto de Alberto Simón.

Que en España se abandonen al año 300 mil mascotas es deplorable. Que algunos impresentables cuelguen en la Red escena de maltrato animal no tiene perdón. Que las macrogranjas son explotaciones ganaderas poco edificantes resulta evidente. Son tres ejemplos de un mismo mal pero de distinta consideración. El abandono de la mascota es un delito consumista que cosifica al animal y descalifica a su dueño . El exhibicionismo sádico del maltrato en la Red merece castigo. Pero a la macrogranja que cumple la normativa de bienestar animal nada hay que oponer.

A todos nos gustaría que los animales vivieran en un hábitat extensivo, conforme a su estructura biológica. como acontece en muchas explotaciones españolas, como era norma en Occidente antes de la revolución industrial. Pero la industria trajo como principal consecuencia un exponencial aumento demográfico y su concentración en urbes que se tornaron inmensas. Y las grandes concentraciones humanas impusieron grandes concentraciones animales para el abasto. ¿Qué hacer? ¿Destruir el mundo tal y como está hecho? ¿Convertir a la raza humana en herbívora y aniquilar las milmillonarias razas de animales para el abasto hasta su práctica extinción? ¿Someterse al capitalismo sin complejos que pretende sustituir la carne natural por su versión química? ¿Abandonar la ganadería que da de comer al mundo y que destruiría la vida de los millones de personas que a ella se dedican? Por ejemplo, el hecho de que en el planeta haya casi mil quinientos millones de bovinos, que se reproducen vertiginosamente y se sacrifique anualmente a casi la mitad para la nutrición humana, provoca una imagen demoledora, de holocausto animal que los animalistas exhiben mientras ocultan la imagen de hambruna derivada que su extinción produciría.

La impugnación omnívora emprendida por un movimiento animalista, que culpabiliza a la raza humana y exalta la condición sintiente del animal hasta el punto de otorgar improcedentes derechos a seres privados de conciencia, no parece previsible que se imponga. Con las cosas de comer no se juega. Pero sí puede afectar a nobles y ecológicas actividades humanas mucho menos productivas, como la caza en todo el mundo, o la tauromaquia en algunos países hispanos (en Francia, por el momento, reina la sensatez).

En lo referente a la lidia del toro en la plaza, arte escénico de alto valor ético y cultural que ofrece la representación del sacrificio animal más edificante de cuantos existen y en absoluto cruento, la nueva ley de bienestar animal, que se presentó al Congreso la semana pasada, ofrece, sin hablar explícitamente de la tauromaquia, recomendaciones muy nocivas para la normal continuidad de las corridas de toros cuando se refiere a la prohibición de transmisiones electrónicas de espectáculos con maltrato animal. Dicha interdicción no debería afectar a los festejos taurinos, ni preocupar quienes amamos la Fiesta, si los argumentos que refutan el supuesto maltrato pudieran exponerse con la misma facilidad mediática que reciben las versiones animalistas. Mas por desgracia, no es el caso. Ni siquiera el aval científico revelado por concluyentes investigaciones biológicas sobre los procesos neurohormonales, que redimen del estrés y del dolor al toro durante su lidia, han merecido la menor atención de las secciones de divulgación científica, ni de la información taurina. Y eso, a pesar del impacto informativo y cultural que su difusión provocaría. En consecuencia, hay prestar suma atención a la apisonadora mediática animalista y no confiar en las leyes vigentes que protegen a la tauromaquia (toda ley es derogable). Por parte de //www.entretoros.com//, próximamente empezaremos a divulgar los descubrimientos científicos sobre la biofisiología del toro de lidia con el fin de ponerlos a disposición de los aficionados a la Fiesta.

Advertisement

Copyright © 2021 - EntreToros | Prohibida la reproducción y utilización total o parcial, por cualquier medio, sin autorización expresa por escrito.