Editorial
EDITORIAL – Incompatibilidades absurdas y el reto de Emilio de Justo
Incompatibilidades absurdas y el reto de Emilio de Justo
Los viejos aficionados tenían miras más amplias para catalogar a los toreros. Mis padres eran manoletistas pero les fascinaba Pepe Luis. Mi tío era caganchista y admiraba a Vicente Barrera. Desde hace unas décadas el aficionado es más estrecho. Si es partidario de José Tomás no tolera a Morante. Si le gusta Pablo Aguado minusvalora a Roca Rey y si prefiere a Emilio de Justo niega a Juan Ortega. Si se pasma con la maestría inspirada de El Juli rechaza el empaque magistral de Manzanares. Todos ellos están en el secreto del arte verdadero y desde su adhesión al torero único perdonan la vida a los pobres ignorantes que disfrutan el arte de otros toreros.
Estos aficionados se lo montan de divinos, son los profetas del profeta, displientes ante el ingenuo que manifiesta su entusiasmo cuando triunfa un torero que no es el suyo. Te miran con conmiseración desde su sideral sensibilidad, desde su superior conocimiento. No saben, los pobres, que el arte es largo, amplio y hasta contradictorio, Así como en pintura se puede admirar la Venus del espejo velazqueña y las pinturas negras de Goya, en el toreo cabe fascinarse con Ordóñez y El Cordobés. Hace años me sorprendieron los franceses cuando comprobé que evaluaban por el mismo rasero a Manzanares padre que a Dámaso Gonzalez y con el tiempo –estúpidos tópicos de aficionadete español- comprendí que tenían razón.
Esta perorata viene a cuento de que Emilio de Justo torea el próximo domingo seis toros en Las Ventas. ¿Y que tiene que ver una cosa con la otra?, se preguntará quien lea estas líneas. Me explicaré. Desde que el torero extremeño anunció su compromiso, traté de entender el porqué de su reto. Su última trayectoria no lo justificaba. Había cortado cinco orejas en sus dos últimas comparencias madrileñas, había cortado dos orejas de mucho peso en Sevilla, había armados dos líos inmensos en México y otro del mismo tenor en Colombia. Estaba contratado en todas las grandes ferias españolas, es un torero predilecto de los franceses. Todo esto en cuanto a su posición privilegiada en el escalafón.
¿Sería entonces porque ansía un mayor reconocimiento para la calidad de su toreo? Si es así, su decisión me parece un error. La calidad de su trazo, su verdad en la ejecución de las suertes y su maestría para resolver las embestidas muy diferentes de los toros de todos los encastes no le sitúan por debajo de nadie. Reconozco que la fascinación actual por el nuevo toreo sevillano, la cual comparto, ha marcado una divisoria entre los aficionados sublimes y los aficionados a secas. Pero no la comparto. Y a los hechos me remito: no desbanca la primacía de Roca Rey o del mismo Emilio. Mis mayores, y casi todos los aficionados de entonces, compatibilizaban su admiración por el arte angélico de Pepe Luis y el arte patético de Manolete. No tenían una visión tan estrecha del arte de torear. No creo que hoy las cosas sean tan claras. Tal vez, Emilio de Justo pretenda aclararlas de una vez por todas. Si es así, mi respeto. Soy un aficionado a secas y le deseo toda la suerte del mundo.
Rafael Ortega “Gallito” decía que “el mejor aficionado es aquel a quien más toreros le caben en la cabeza”. La sentencia tiene miga, porque denuncia los estrechos criterios de los aficionados para reconocer la inmensa variedad del arte.