Editorial
LA SEMANA TAURINA – La Hoja del Lunes (1)
Por José Carlos Arévalo
San Isidro
Esta es la cuestión: La Feria de abril ha sido para la de San Isidro un precedente de suma exigencia. Ha confirmado que hay un plantel de toreros excelente, que el toreo y la bravura viven una fase alcista. Por supuesto, reconocerlo resultará sospechoso para el aficionado, siempre mal avenido con el presente de la Fiesta, y sorprendente para la opinión pública, pues expulsada la tauromaquia de los medios de comunicación de masas y discriminada en el resto tiene la sensación de que ya no hay figuras, ni toros, ni público en las plazas. Y sin embargo, Sevilla ha vivido una de las mejores ferias de su larga historia. Una evidencia que ni los aficionados más misantrópicos pueden negar y que nos sumiría en la más sincera perplejidad al resto de la sociedad si se le planteara la cuestión. ¿Sevilla? ¿Qué ha pasado en Sevilla?
Silenciar a la información taurina, indiscutible triunfo del movimiento animalista, ha metido a la Fiesta en un gueto. Solo los aficionados saben que en Sevilla hubo una faena cenital que figurará solitaria en los Anales de la Maestranza, la de Juan Ortega, y que hubo tardes cumbres, las de Perera, Luque, Roca Rey y Borja Jiménez. La trama taurina de cada temporada, que antaño se seguía en los medios, hoy está reservada a los aficionados del gueto. Solo ellos siguen el hilo de la temporada. Y solo ellos pueden cuestionarse si Las Ventas ofrecerá semejantes efemérides en el San Isidro que acaba de empezar. Pero ni la bola de cristal se atreve a responder. En Madrid manda más el azar del toro que el hacer del torero. En Madrid manda más el toro de las 12, siempre con una sobrecarga de kilos superior a los que su naturaleza admite, con una encornadura cornalona que impide reseñarlos por hechuras y reata, y para nada cuenta el toro de las 7, el que suele vaticinar un juego brillante. Por tanto, proceden algunas preguntas: ¿conseguirá el ganadero que el toro de las 12 dé el juego exigido al toro de las 7? ¿Serán capaces los toreros de cuajar al actual toro de Madrid, el más descomunal de la historia? ¿Recuperará Las Ventas su privilegio, hoy ejercido por la Maestranza, de jerarquizar el toreo, como sucedía en tiempo de don Livinio, o se conformará con seguir siendo la bolsa que tasa el dinero de los toreros? La Feria de San Isidro del año 24 está por escribir. Atentos, suena el clarín.
Para empezar, una mansada anunciada
Expectación versus decepción. Morante, Urdiales y la confirmación de García Pulido (lleno de No hay Billetes) y seis de Alcurrucén, mansos justamente pregonados, porque la corrida que este año lidió en Valdemorillo la compusieron seis mansos de libro, la de Sevilla, otros cinco mansos de libro y esta de Madrid, la biblia en pasta. ¿Qué pensaba la empresa, en el lleno o en hacer las cosas bien? ¿Por qué tragó Morante, porque los Lozano son mucho Lozano? Al de la Puebla no le valoraron una meritoria faena mal resuelta con la espada y a Urdiales no le pidieron la oreja que merecía. ¿Cómo se explica? El toro de lidia es un médium que induce estados psíquicos en el público. Y el manso infunde torpor y cabreo. Mañana será otro día.
Urdiales encajado en un derechazo marca de la casa.
Vuelta al ruedo sin la merecida oreja.
Gran tarde de Román y una importante corrida de FuenteYmbro
Y lo fue. Porque los toreros lo dieron todo y el ganado de Ricardo Gallardo tuvo presencia, potencia y bravura. Pero lo que más destacó fue la actuación de Román que, en otros tiempos, le hubiera abierto la Puerta Grande. Dio a un toro muy bravo, muy noble y muy encastado todas las ventajas en una faena tan larga como intensa. Ver aquel torazo tan armado citado de lejos y galopando con aquellos largos y afilados puñales, ver aquel torero quieto, valeroso y con un mando que ponía toda la verdad en el- engaño, ver aquellos naturales y redondos, largos, de mano baja, vibrantes y acompasados a tan bravas embestidas y ver aquel estoconazo entrando a ley, sin abandonar la línea recta en el cruce y saliendo ileso de milagro, hace unas décadas se habría premiado con dos incontestables orejas. Igualmente, su faena al quinto de la tarde, bravo pero correoso y con sentido, tuvo muchísimo mérito. Y como mató de otra estocada contraria, el toro tardó en morir. Y un fallo con el descabello le privó de otra merecidísima oreja. Mal el presidente en el primero, por retener tanto el pañuelo, y mal el público en el segundo, porque un descabello no debe penalizar. Habría que recordar a los burocráticos aficionados de Las Ventas la aseveración de Antonio Ordóñez: “Con la estocada se acaba el toreo, el descabello y la puntilla son trabajo de matarife”.
Faena vibrante de Román
Entrega del torero valenciano en Madrid
Por lo demás, el mexicano Valadez estuvo hecho un tío, sufrió dos cogidas, al dar un arruzina sin apenas sitio y otra al ejecutar un heroico volapié. Y Fandi, que mató tres toros, estuvo entregado toda la tarde, hizo un buen uso del capote, banderilleó con variedad, espectacularidad y poco arte y las opiniones ante su toreo de muleta se dividieron, unos aplaudían lo que hacía al toro y otros protestaban cómo lo hacía. Los “otros” tenían más razón que los “unos”.
Estoconazo del torero Mexicano
Malos “ibanes” y un toro vedette
Lo singular del toro de lidia es que le dice al público quién es. Por ejemplo, retrataron al torismo venteño y lo dejaron en muy mal lugar. Protestaron los tres primeros porque su peso (por encima delos 500 kilos) estaba equilibrado a su tamaño y a su encaste, y luego los aplaudieron en el arrastre porque tuvieron genio y embestidas morucheras. Vistos para sentencia.
Lo tuvieron más fácil con el quinto, que se llamaba “Bastonito” como el fiero pero no bravo toro que inmortalizó César Rincón. Fue un toro vedette, más bravo que su tocayo, uno de esos toros a los que la gente prefiere ver embestir que al torero torear. El toro que no le debe tocar a un torero joven que torea poco.
Bastonito 2.0
Final de faena De Francisco de Manuel
Su matador, Francisco de Manuel, que tiene buen corte, lo lució en el primer tercio y cuando le tocaba lucirse a él, no cruzó raya, no se entregó a fondo. El toro nunca se apiada, siempre nos dice quién es o cómo está el torero.
Un lote infame me dijo que Calita es un buen torero. Al cuarto, que era una prenda, le hizo una faena de listo, la única posible, se cruzó, se cruzó y se cruzó, de modo que se protegió del toro y acalló a los puristas, dogmáticos partidarios de esta ventaja. Me gustaría verle con toros bravos.
Ajustar con los “ibanes” a un joven torero, convaleciente de una lesión hasta hace poco y que en un año ha toreado una sola corrida, es el mejor de los casos una insensatez. Corramos, pues, un tupido velo.
Buen concepto ante una prueba de difícil de superar.
Me gustaron con la vara Juan Francisco Peña, al que aplaudieron mucho, y Morales, un mexicano, al que pitaron todavía no sé por qué.
Emotiva suerte de varas.
Esperemos que la próxima semana arranque la feria.