Contacta con nosotros

Editorial

EDITORIAL – PROGRAMAR LA FIESTA

Fotos Alberto Simón

por José Carlos Arévalo

No se puede imaginar una temporada futbolística sin campeonatos, en la que todos los partidos semanalesfueran aleatorios, elegidos los equipos contendientes según se le ocurriera a la junta directiva del equipo de casa. Sería una serie sucesiva de amistosos sin finalidad competitiva alguna, una propuesta amorfa que desmovilizaría a los aficionados y los estadios se verían generalmente despoblados de espectadores. 

Este simple ejemplo sirve para descubrir que la temporada taurina está vacía de argumento. Podrá objetarse que siempre fue así. Y en efecto, la temporada taurina, desde que se fue consolidando en el siglo XIX, se basó en las fiestas patronales de ciudades y pueblos. Eran, unas más que otras, pequeños campeonatos entre los toreros más destacados del momento, con la inclusión de toreros locales o triunfadores en anteriores ediciones de las correspondientes poblaciones.

Aparentemente nada ha cambiado. Pero no es así. Hace tiempo, no mucho, las ferias eran las etapas de un largo circuito, cuya intriga -ascensos y descensos de los toreros- era seguida por los aficionados y el público en general a través de la prensa escrita y la radio. Asistían a la feria de su ciudad y sabían, cada tarde, lo que iban a ver (aficionados y público) porque conocían a través de los medios de comunicación el valor y la situación cada diestro y el momento de cada ganadería. Hoy ese hilo conductor se ha roto. El medio de comunicación de masas, las televisiones generalistas de cobertura nacional, ha suprimido la información taurina; los periódicos, medios minoritarios de élite, informan fragmentariamente sobre la Fiesta, con ocasión de alguna feria importante, no de todas, con lo que el público no puede conocer la marcha de la temporada (es como si de una vuelta ciclista sí informaran de unas etapas y de otras no, y, por supuesto nunca de la última); finalmente, la radio ha expulsado prácticamente a la tauromaquia de su programación.Conclusión: solo los aficionados, gracias a que bichean en las redes de Internet toman el pulso a la temporada. De manera que únicamente las ferias muy consolidadas mantienen su clientela, mientras que las ferias de tipo medio y pequeño basan su rentabilidad en el concurso de figuras muy veteranas, las que a fuerza de años han popularizado sus nombres. Así y todo, es pasmosa la cantidad de espectadores que van a las corridas por tradición ferial, sin saber lo que van a ver.

La desaparición de la opinión pública taurina (repito, afecta al público que suma la mayoría de espectadores, no al aficionado, que es minoritario) ha deparado al empresario una posición inédita de libertad programadora: si no tengo enfrente las exigencias de la opinión, hago lo que me da la real gana. Por supuesto lo que hace es asegurar la taquilla con la contratación de los toreros veteranos “que suenan a la gente”. Y prescinde de los toreros en ascenso, con ganas de comerse el mundo. Lo que tiene cierta lógica: si los toreros jóvenes, que triunfan en las grandes ferias donde hay sitio para todos, no pueden rentabilizar sus éxitos porque “no son conocidos”, el empresario responde: “yo no abro mis carteles, con la oposición de las figuras, quienes además necesitan de otra u otras figuras para llenar la plaza”. Y añaden: “Yo no tengo la culpa de que haya desaparecido la figura del torero-novedad, que antiguamente tenía inicialmente más fuerza taquillera que las figuras”. Pero lo que no dice el empresario es que cierra las ferias antes de que los toreros muestren como vienen a la temporada porque así los dineros son otros. 

Lamentable. Se debe reconocer que el silencio informativo ha cambiado la marcha de la tauromaquia. Cuando César Rincón abrió la Puerta Grande dos veces en el San Isidro del 91, se abrieron también los carteles cerrados de todas las ferias para incluirle. Hoy, los dos grandes triunfadores de San Isidro y de la Beneficencia, Borja Jiménez, un diestro de una calidad y una maestría fuera de lo común, y Fernando Adrián, un torero arrollador, se las ven y las desean para torear en las ferias, cuando sus prestaciones animarían la temporada con una fuerza inobjetable. El ejemplo francés, promoviendo toreros según su merecimiento, toreros que hoy ya son figuras en todo el planeta de los toros, es una vergonzante lección para el sector taurino español. 


Evidentemente, la crisis empresarial pide a gritos elreplanteamiento de un sector taurino desestructurado, que haga frente a la problemática global de la Fiesta, desde la tauromaquia de base, en situación más grave que la de las grandes ligas, hasta el reordenamiento de la gran temporada sobre valores competitivos perceptibles para los aficionados y el gran público, pasando por la reformade los pliegos adjudicatarios de las plazas, que hoy conspiran por su brevedad contra la gestión del empresariado taurino y cierran ilegalmente el paso a jóvenes empresarios que actualmente están gestionando la Fiesta en los cosos a los que han podido acceder revitalizando su idiosincrasia taurina y presentando acciones de comunicación que palían la desinformación mediática cuyo obvio objetivo es meter a la tauromaquia en un gueto. 

Actualmente hay dos tipos de empresario.  El que abre la taquilla y espera que el cliente compre su entrada, la vieja escuela. Y el empresario joven que promueve la fiesta en el mercado de cada plaza. Pero no basta con acciones individuales para resolver un problema sectorial. Ahí está el ejemplo de Simón Casas. El primer pliego que presentó para conseguir la adjudicación de Las Ventas dotaba a la temporada de diferentes ciclos que la hacían apasionante no solo en sus ferias de San Isidro y Otoño sino con el mismo nivel de interés a lo largo de todo el año taurino. ¿Por qué no lo puso en práctica cuando finalmente la obtuvo? No, la reforma de la Fiesta no puede basarse en reformas individuales sujetas a los avatares de una sola persona. La Fiesta precisa un replanteamiento propuesto y decidido por todo el sector taurino. Ha llegado la hora de que los profesionales del toreo se propongan, por primera vez, crear la Federación Española de Tauromaquia que marque, entre otras cosas también decisivas, la línea maestra que de sentido (argumento), atractivo (competitividad) y equidad (credibilidad) a la temporada española.

Advertisement

Copyright © 2021 - EntreToros | Prohibida la reproducción y utilización total o parcial, por cualquier medio, sin autorización expresa por escrito.