El toro de lidia es una creación cultural tan poderosa que transformó el psiquismo del animal y su anatomía. Tan insólito logro lo emprendió el ganadero español cuando decidió intervenir en la agresividad del bovino ibérico que no cedió a ser domesticado. Lo hizo mediante una precientífica y sencilla (pero compleja) intuición genética que seleccionaba caracteres combativos de las reses que probaba, de modo que el especulativo apareamiento de los machos y hembras que los conservaban dio origen a una nueva raza: el toro de lidia. Así, la genialidad del ganadero consiguió que la innata agresividad de un bovino asilvestrado se convirtiera en bravura, que su derrote, breve como un disparo, se transformara en fluída embestida. En el largo tránsito de esta evolución, el toro hermoseó su estampa, y la variedad de sus comportamientos se convirtió en un actor de amplio espectro para la lidia, siempre el mismo y siempre distinto. ¿Por qué el ganadero español acometió tan inaudito empeño y se anticipó en más de un siglo al descubrimiento de las leyes genéticas de la herencia? Por una sola razón: a sus paisanos, y a él, les gustaba torear.
Continuará…