Alevines sin ídolos
Un día me confesó Perera que gracias a las corridas televisadas quiso ser torero. Lo mismo me contó Talavante y lo mismo me han contado otros. Hace mucho tiempo, antes de la televisión, los chavales querían ser toreros cuando veían fotos de sus ídolos en los bares o en los papeles, u oían hablar de ellos por la radio.
Aquellos alevines, entonces maletillas, lo eran porque tenían ídolos. Y tenían ídolos porque de los toreros hablaban los medios. Por la misma razón, hoy no debería haber muchachos que quieran ser toreros, porque hasta los toreros, en sus mejores tardes, han sido expulsados de la televisión, que es el medio de masas. Pero hay muchachos que quieren ser toreros. Y muchos. Y no hay novilladas. Y si los ponen alguna vez y triunfan, no los vuelven a poner. Porque en la televisión de los pueblos o ya no salen los toros y la gente ya no va a los toros. Pero sigue habiendo muchachos que quieren ser toreros. No hay quien lo entienda.
Pongamos que les hablo de Madrid. Su Ayuntamiento, gobernado por un partido pro taurino, destina a subvencionar el deporte de base 3’4 millones de euros, lo que está bien (supongo). Y para subvencionar la tauromaquia de base, 48 mil trescientos euros. Pero esto no hay quien lo entienda.