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LA COMUNICACIÓN – GALLEOS lV

El seguimiento de la temporada

El ciclismo –me refiero a las grandes pruebas, la vuelta, el tour, el giro- sería un deporte absolutamente minoritario si no lo televisaran, porque en vivo no lo ve nadie. Pero a través de la televisión se siguen prolijamente las etapas, día tras día, y los aficionados  controlan  ávidamente la intriga de cualquier competición hasta la etapa final. Sin televisión, los grandes circuitos no existirían, ni las escuderías estarían mantenidas por los patrocinadores/anunciantes.

A los toros siempre ha ido una minoría, entre otras cosas porque las plazas son pequeñas. Pero hace tiempo, no mucho, los españoles seguían la temporada por la prensa escrita y por la radio, como ahora siguen el ciclismo por televisión.  Y la opinión pública, no solo la opinión taurina, conocía el argumento de cada temporada, sin verla en directo. Podías hablar de toros con la gente porque, más o menos, todo el mundo conocía la intriga diferencial de cada temporada. Por supuesto, los que iban a la plaza sabían perfectamente cuál era la trama de cada corrida, La mayoría de los que van hoy tienen mérito porque no saben lo que se cuece en cada cartel.    

Todo el mundo sabía que en Fallas se alineaban los toreros de acuerdo con las posiciones que habían conquistado la temporada anterior y que se les tomaba el pulso cuando empezaba la carrera; que en Sevilla consolidaban o no su prestigio; que en Madrid estabilizaban sus cotizaciones y las posiciones de todos quedaban fijadas; que en junio la temporada llaneaba vigorosa hasta llegar al puerto de montaña más alto del año, Bilbao, donde toreros y ganaderías renovaban prestigio, cotización y consolidaban su estabilidad en el norte de España; que Barcelona era el escaparate semanal, de principio a fin del año taurino, de todos los triunfadores; que el resto de las ferias de agosto y septiembre eran citas en la cumbre de todos los toreros ganadores; y que en Zaragoza enviaban un mensaje para la temporada siguiente. 

Las ferias se han mantenido porque el peso ferial de los siglos es muy fuerte, pero el hilo de la temporada, la trama que convocaba a los públicos se ha debilitado. La siguen los muy aficionados a través de los portales de Internet, pero ahora la calle desconoce la tensión argumental de cada año, la competición de toreros y ganaderos, el apasionante rallye del toreo. Y la realidad es que la prensa escrita, hoy un medio para minorías, da una información muy fragmentaria de los toros. Es como si del ciclismo informaran de unas etapas y no de otras. Y, por supuesto, nunca de la etapa final.

Me pasma que los aficionados y profesionales hablen tanto de las campañas antitaurinas de los animalistas, que se indignen con la indiferencia oficial ante el acoso que sufre la Fiesta, y nadie aborde el problema central: la casi absoluta marginación informativa de la tauromaquia. Y me indigna la pasividad del empresariado taurino haya asistido tan pasivo a ese progresivo desplome.

O la mesa del toreo, si es que algún día se reconstituye, abre un diálogo serio, constructivo, con los medios de comunicación o vendrán días peores. 

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