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LA EMPRESA – Toros y Televisión (2)
por José Carlos Arévalo
La corrida en directo. Ir los toros siempre con la misma persona y que tu no la hayas elegido puede ser inaguantable. A cualquier aficionado le gusta ver su corrida y no la de otro, por listo que sea. Pero ver la corrida de un matador de toros suele ser un privilegio. La gran labor de todos ellos –Antoñete, Roberto Domínguez, El Capea, Bernadó, Ruiz Miguel, César Rincón, Sancho Dávila, Emilio Muñoz, Manuel Caballero, Dávila Miura- ha tenido el acierto de situar al telespectador en el punto de vista exacto: ver la lidia a partir del toro. Cotejar sus virtudes y sus defectos, y en función de ambos enjuiciar lo que hace el torero. Tal vez sea una impresión personal, pero pienso que muchos espectadores han cambiado su manera de ver y estar en la plaza –en muchas plazas- gracias a la labor pedagógica de estos toreros.
Más silenciosa que la de los comentaristas es la mirada del realizador. Durante mucho tiempo –hasta que empezaron a enterarse de qué iba esta vaina- los realizadores nos obligaban a ver una corrida absurda, insertos de caras bonitas sin venir a cuento, el “paquete” del matador, un plano aéreo en mitad de un cite comprometido, la repetición de un par cuando el bregador prueba la embestida del toro mientras lo coloca, etc, etc. Sin embargo, desde hace ya varias temporadas, el realizador de Canal Toros sabe lo que está grabando e incluso adivina lo que va a pasar. No suele obligarte a ver lo superfluo y lo inoportuno. Es un cómplice perfecto del buen aficionado.
Expuesta la entraña de la lidia sin la menor suficiencia, la corrida televisada compensa la falta de emoción por no estar dentro de ella, in situ, y por la desvirtuación óptica de los objetivos de acercamiento que destruyen la tercera dimensión, esa profundidad de campo, en la que un pasito de más o de menos eleva o anula la valoración del toreo. Enrique Romero, conductor de las transmisiones de Canal Sur, remedia este déficit televisivo situándose él dentro del torero, dando voz a lo que hace, explicando los porqués de su toreo, incluso la sorpresa de sus errores. Es impresionante la inmediatez de sus juicios, suceden al mismo tiempo que el lance o el pase, es un traductor simultáneo del toreo a la palabra: su apasionamiento, muy en la línea del gran Pepe Alameda, pero menos alagador y más intenso, mete al telespectador dentro de la plaza y ha convertido su programa “Toros para todos”, en el programa de mayor audiencia de la televisión andaluza.¿Interesan los toros? Interesan las cosas bien hechas.
La programación. Un canal temático, que emite todo el día, da para mucho. Y si hay algunos buenos programas (de bajo presupuesto) y buenos reportajes de ganaderías (pelín repetitivos), se echan de menos producciones más ambiciosas, como una serie sobre el toro, la cual resultaría muy sorprendente después de las recientes investigaciones biológicas sobre el toro de lidia, que cuando se den a conocer cambiarán nuestra forma de entender la lidia; o monografías sobre los toreros actuales, gracias al fondo videográfico disponible de cada uno de ellos; o tauromaquias completas del toreo actual; o programas dedicados a las distintas suertes y su manera de interpretarlas, para los cuales el fondo videográfico es inagotable. Hay producciones que exigen mucho presupuesto, pero también las hay que tan solo piden ideas claras, un archivo y una sala de montaje.
La Fiesta vive dentro de un gueto poblado de aficionados. Y el Canal Toros es otro gueto, puesto que solo están suscritos los aficionados. El reto consiste en convertir ese gueto en un territorio privilegiado al que mucho otros quieran entrar.
Próximo capítulo: Toros y Televisión (y 3)