Contacta con nosotros

Actualidad

LA LIDIA A EXAMEN –  El toreo con y sin ole

Fotos Alberto Simon - Plaza 1/ ALFREDO ARÉVALO

por José Carlos Arévalo

El ole nunca miente. Es una voz colectiva no orquestada por nadie, que pone de acuerdo a miles y miles de gargantas en un preciso instante y no en otro. Todas arrancan al unísono, con la misma intensidad, y todas acaban al mismo tiempo. El ole es la verdad objetiva, la suma de mil subjetividades puestas de acuerdo. El ole es la definitiva legitimación del toreo. Y contra el ole no hay razonamiento crítico admisible. ¿Quién es el osado individuo capaz de negar la razón a miles y miles de individuos puestos de acuerdo sin pensarlo, ni quererlo, ni preverlo?  

Después del pasado San Isidro, tan apasionante, tan decepcionante, tan torista contra el toro, tan duro contra el torero, tan masivo y tan marginado, el ole nos ha dejado un ambiguo mensaje: ha quitado la razón a los censores del 7, porque ha sonado cuando tenía que sonar, y se ha callado sin acompañar un toreo que luego ha merecido el aplauso colectivo. 

Aparente contradicción que empieza a ser habitual y se acepta con naturalidad, como si fuese la lógica reacción de un público más educado y menos receptivo. Y también se admite -entre los pocos aficionados que se han percatado- como una consecuencia derivada de la extremada fijeza (nobleza) del toro actual, que resta incertidumbre al cite del torero y emoción a la embestida del toro. Y algo de eso hay, pero los dos casos, la pulcritud ligth del toreo o la previsible nobleza de la embestida, se han visto compensados por un toro de muy superior trapío y un toreo más comprometido que el practicado antaño. Sin embargo, evidente resulta que el ruedo taurino, espejo lúdico de la sociedad, delata que la más refinada afición se ha vuelto un tanto cursi, como lo demuestra la docta y engreída sustitución del “ole” por el “bien”, exclamación posiblemente nacida en la plaza de tienta, con la que el “experto” aficionado se lo monta de listo en la plaza de toros pública. (Según mi experiencia, el “bien” debutó en la plaza de Sevilla, enseguida lo adoptaron los aficionados de Madrid, y rara vez, o nunca, se oirá en la plaza de Bilbao, lo que dice mucho a favor de esta última).

Lo que diferencia al presuntuoso “bien” del espontáneo “ole” es que el primero responde al toreo y aunque exclamado por bastantes aficionados es minoritario, mientras que el segundo estalla por culpa del toreo y siempre es mayoritario. Pero no seamos como los talibanes del toreo, guardianes de una tauromaquia momificada. Más acertado resulta admitir que la comunicación entre el ruedo y el tendido se enriquece a medida que evolucionan el toreo y la bravura. A nadie agrede el “bieeén” arrastrado que acompaña al toreo. Y si sustituye al ole será porque dicho toreo no lo merece. Lo que debe preocuparnos es el presunto buen toreo silenciado mientras sucede y a la postre cortésmente ovacionado. La primera vez que me agredió su ausencia fue en Nîmes, en una serie de derechazos hondos, templados, catedralíceos, de Fernando Cepeda a un toro de Guardiola. Pero como los epilogó una cerrada ovación, atribuí la ausencia de ole a una imposibilidad fonética de la lengua francesa. Evidentemente, no ha sido el caso en el pasado San Isidro. La proliferación de toreo mudo, sobre todo con la muleta, ha sido mucha y ha afectado a muchos toreros. Personalmente la atribuyo a un toreo “hecho”, pero vacío, sin alma, no “dicho”. No hay, pues, carencia de expresión en la renovada y rejuvenecida afición, sino mucho torero fuera de época, de correcto quehacer y disimulada prudencia, sin derecho a ole. Si me propusiera jerarquizar el toreo en este San Isidro confirmaría que el ole más clamoroso e intenso lo ha tenido Borja Jiménez; la maestría más jaleada, en estado de gracia, la de Miguel Ángel Perera; del ole más allá del bien y del mal se ha adueñado Juan Ortega; el ole más embriagado de emoción lo detenta Emilio de Justo; el ole más deslumbrado por un infrecuente trazo mayestático lo mereció Uceda Leal; y el ole hondo y cargado de esperanza lo escuchó el novillero Alejandro Chicharro.    

Sí, ya sé que de esta relación dictada por la voz del ole no se puede extraer una conclusión profesional que jerarquice el toreo después de San Isidro. Pero en la feria habló la voz incorruptible y lo que dijo nadie lo puede negar.

Advertisement

Copyright © 2021 - EntreToros | Prohibida la reproducción y utilización total o parcial, por cualquier medio, sin autorización expresa por escrito.