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TOREROS DEL MOMENTO – Paco Ojeda, premio de la Asociación Taurina Parlamentaria 

FOTO ARJONA

Por José Carlos Arévalo

El gran crítico del siglo XX, Pepe Alameda, no muy conocido de la afición española porque vivió exiliado en México, dividió a los grandes maestros en arquitectos e intérpretes del toreo. Más allá de gustos –todas las valoraciones son subjetivas-, los arquitectos que cambiaron la tauromaquia en el siglo pasado fueron Juan Belmonte, Manuel Jiménez “Chicuelo”, Manuel Rodríguez “Manolete” y Paco Ojeda.

Belmonte creó la ley definitiva del arte de torear, parar, templar y mandar. O sea, impuso al lance de capa y al muletazo, los tres tiempos exigidos para que sean completos: cite, reunión y remate. Como intérprete, les imprimió la quietud desde el cite hasta el remate y el temple basado en el toreo en redondo. Pero no resolvió el remate del muletazo, remataba tan por detrás de la cadera que impidió la salida de la embestida. Pero fue el primer torero que se cruzó en el cite.

Chicuelo, bajo el canon belmontino y la maestría geométrica de los Gallo, consumó el toreo de muleta ligado en redondo, una utopía desde que lo intentara Cayetano Sanz y lo profetizara Joselito. Con quietud, temple, un prodigioso juego de muñeca y el compás semiabierto, inició el toreo compuesto por series de muletazos unidos. Como intérprete lo iluminó el ángel de la mañana, y como inventor creó la chicuelina y el lance al delantal.

Manolete fijó para siempre la estructura de la faena de muleta. Apertura, desarrollo y cierre. Él abría la faena por alto, reconociendo la movilidad del toro, la desarrolló en series de muletazos en redondo, la espiral asfixiante del toreo, a la que añadió un nuevo canon, el aguante que prolonga la embestida, y la cerró otra vez por alto, por manoletinas que reavivan al toro para embestir a la estocada. Hoy, todas las faenas cumplen los tres tiempos manoletinos. Como intérprete hizo un toreo patético y épico, el contraste entre la quietud del torero y la movilidad agresiva del toro.

Y Ojeda fue el autor de la última revolución del toreo. Bajo el canon belmontista, la ligazón chicuelista en redondo y la composición manoletista de la faena estructurada en series, Ojeda unió el toreo ligado en redondo por uno y otro pitón, obligando a la embestida a que hiciera un “ocho” sin que él desclavara los pies del suelo, de modo que las espirales del toreo se hicieran y deshicieran. El heroico hallazgo fue visto como un milagro que sobredimensionó la emoción del toreo. Ojeda, bajo el cumplimiento de la ley belmontina de torear dentro del toro, descubrió otra frontera, la de torear a los ojos del toro, lo que le permitió torear a uno y otro ojo, no con la muleta entera sino con un solo fragmento. Como intérprete, a Ojeda lo caracteriza la jondura. AJosé Bergamín le recordaba el cante abismal de Manuel Torre. Dijo de Ojeda: tiene tronco de andaluz profundo. 

En medio del analfabetismo taurino reinante, el lunes lo premian en el Senado de España. Nunca es tarde si la dicha es buena.     

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