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VALENCIA – Brillantez sin premio

La mala suerte. Con los elementos en contra –frío y viento- es muy difícil torear. Y si además también el toro juega a la contra es imposible. Lo certificó Diego Urdiales frente un primer toro que se cruzaba y buscaba al hombre con el vendaval como socio y ante un segundo marrajo que no tenía un pase. La única embestida decidida que dio fue cuando el riojano le perdió la cara y lo cogió a traición, por la espalda. Ni el uno ni el otro tenían afición. No nos dejaron ver el arte de un torero excepcional.

La maestría. A Manzanares, los críticos que saben de toros no le pasan ni una. Que si torea en línea, que si se los pasa lejos, que si mata rápido. Pero al que suscribe, que no sabe de toros, le gusta Manzanares. Porque acopla el toreo a toda clase de toro, a las embestidas más adversas. Si no hubiera hecho viento, a su avisado primero, que se colaba por un pitón y se frenaba por el otro, lo habría dado más fiesta. Y a su segundo, un buen toro de Cortés, lo habría desorejado si no falla con la espada. Me gusta el trazo elegante de su toreo, el empaque de su cante alargado con la muleta y su torería sin cuento, de buena casta.

El carisma. Cuando el valor no conoce límites, cuando la maestría parece innata, cuando torear es hacer posible lo imposible, cuando la seguridad procede de un peligro serenamente asumido, se tiene carisma. Por ejemplo, el carisma de Roca-Rey. El torero que la Fiesta necesita: mayestático en el cite, arrebatado en el sentimiento, templado en el mando, fulgurante en el toreo cambiado, profundo en el fundamental, matador en corto y por derecho. En Valencia pudo cortar cuatro orejas, pero sus toros tardaron en morir. Culpa suya, su espada entró, pero es más fina que un estilete y tiene poca muerte. Por lo demás, como responsable de la tarde, llenó la Plaza. Normal. Es lo menos que se puede pedir a una primera figura del toreo.

El gen caprichoso. Hubo dos toros infumables (1º y 4º), otros dos que ni chica ni limoná (2º y 6º) y dos bastante buenos (3º y 5º). Así que ningún reproche a los señores del Rio, a quienes supongo intrigados por la travesura de los genes. Había toros descendientes de “Aldeano”, uno de los mejores sementales de los últimos cincuenta años, había un toro que se llamaba “Cantapájaros”, pero aquí ni el ganadero más sabio puede poner la mano en el fuego.

Mal lote para el torero riojano
Fea cogida a Diego Urdiales
Manzanares en su segundo toro
Inicio de Faena
Natural entregado de Roca Rey

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