El Torero
EL ULTIMO MALETILLA – Cap. 7 Inviernos largos y noches de leña furtiva
Foto del cortometraje de en tiempos de espera del niño que toreo a la luna.
En el mundo de los capas había diferentes versiones. Los que iban a Salamanca dos o tres veces en el año porque sus quehaceres en su ciudad de origen no se lo permitía mas, los que iban un tiempo antes para prepararse porque estaban anunciados en algún festejo, los roneantes buscavidas que se lo tomaban como una breve aventura y los verdaderos capas nos íbamos desde Noviembre para aprovechar todos los tentaderos de todas las casas ganaderas y los intercalábamos con las distintas capeas de la zona, las primeras por la zona de Salamanca y mas hacia el verano en los pueblos de Cáceres hasta ya entrado el mes de Julio.
El Mateo y yo éramos dos auténticos venaos, llegábamos allí los primeros y nos íbamos los últimos para Madrid, realmente éramos salmantinos de adopción. Empezábamos las capeas con toros allá por enero en Gallegos de Argañan, por febrero seguíamos en los carnavales de Ciudad Rodrigo, después a primeros de mayo en San Felices de los Gallegos, en junio y julio en Cáceres en los pueblos de Coria, Aldeanueva de la Vera, Moraleja, Navas del Madroño. Recuerdo que incluso en el verano volvíamos a tierras charras para hacer la turné por varios pueblos donde se echaban toros como El Bodón, Martin de Yeltes, Villavieja etc.. De ahí pasábamos al mes de agosto y septiembre a algunos gaches de Guadalajara y Cuenca que parecían salidos de una verdadera película de terror por los “funos” que nos echaban, los cuales en algunas ocasiones se tiraban cinco días corriendo por las calles del pueblo antes de que tuviéramos que darles fiesta y muerte a estoque.
Los inviernos eran muy largos para nosotros y pasábamos un frío de cojones, porque entre que malcomíamos, después andábamos por las carreteras todo el día y para rematar cuando llegábamos al guadarnés de la plaza de toros de Cuatro Caminos de Fuentes de San Esteban, que era lo mismo que un puñetero congelador, ya terminábamos teniendo el frío metido en los huesos. Total que un buen día nos planteamos que había que hacer algo, así que al grupo de capas que brujuleábamos por allí se nos ocurrió la idea que teníamos que ingeniárnoslas para hacer una chimenea en el guadarnés, así que nos pusimos manos a la obra de albañiles e improvisamos una chimenea muy torera, porque aunque solo fuera por las noches, teníamos claro que para poder aguantar todo el invierno, aunque fuera unas horas, había que entrar en calor dentro de esa habitación que era lo mas parecido a un hogar para todos nosotros.
Pero ahora había que encontrar madera, así que todas las noches salíamos todos como una manada provistos de una carretilla y trincábamos toda la leña o lo que se le pareciera que se cruzaba por nuestro camino. Eh Eh Chulo!! corre, corre, que viene la guardia civil y todo cristo cuerpo a tierra, hasta que los despistábamos. Algún día nos toco correr porque éramos descubiertos y esa noche tocaba pasar frío en el congelador como le llamábamos a esa sala donde dormíamos todos nosotros. Aprendimos a valorar muchas cosas gracias a esos tiempos de lucha y desde entonces tengo que manifestarles que tengo una especial atracción por las chimeneas, no se si será por el calor que generan, porque me hacen pensar o simplemente por ver como se quema la leña, aunque ahora esta no sea furtiva.
Continuará…