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FERIA DE SAN ISIDRO – Los naturales de Sergio Serrano a “Garañuelo”, momento estelar de la Feria

Fotos Plaza 1/ ALFREDO ARÉVALO

Yo no sé si Sergio Serrano va a ser alguien en la Fiesta, tampoco sé si a Victorino le volverá a embestir un toro como lo ha hecho “Garañuelo”, pero en la faena de Serrano a este toro hemos visto los mejores redondos y naturales, los más lentos, los más armoniosos, los más largos, los más profundos, los más bellos de la Feria. No los puedo poner por encima de los de Morante, pero se pueden parangonar, que ya es bastante. Eran pases como versos, de trazo dormido y despierto, de una larga y perfecta redondez, pero el poeta no quiso que se vertebraran en estrofas de más versos. Es decir, el torero no se atrevió a series de más pases, no fuera a romperse el encanto. No tuvo en cuenta que una vez probada la miel del más exquisito toreo el público quería más. Dicho esto, también debe decirse que los aficionados no lo censuraron, el éxtasis impedía el análisis. Aceptaron que Sergio le había regalado una faena minimalista, no la gran faena que ellos esperaban. Pero si el albaceteño llega a matar al toro habrían caído, sin duda, las dos orejas. ¿Capitalizará el artista su arte? Eso es harina de otro costal.  

Luego, la plaza volvió a su ser, el corral donde todos los días se celebra la ceremonia de la confusión. Se pita a un picador porque pisa la raya en busca de un toro supertardo, que no quiere coles, algo que los antiguos aficionados apreciaban como signo de valor del montado. Se aplaude que se coloque a todos los toros a larga distancia, cuando cada toro, bravo o manso, tiene la suya. Se valora que un toro se arranque de lejos aunque luego, en el peto, vuelva grupas. Se censura que el torero no se cruce, no porque hacerlo sea lo lógico con toros tardos que desparraman la vista, lo que no por ser preceptivo deja de ser una ventaja. Por el contrario aguantar al toro en línea, cuando ve más al torero que al engaño, eso sí tiene mérito y además es la manera, si el toro no coge al torero, de que el muletazo sea más largo, pero eso les parece pecado de lesa tauromaquia. Curioso, el aguante, antes un valor torero apreciadísimo, ahora no se aprecia. Se aplauden todos los pares con tal de que los palos queden clavados, sin tener en cuenta cómo se ha ejecutado la suerte. Se escuchan más vivas a España que en un desfile militar, pero nadie sabe por qué se dan esos vivas. Se exhiben pancartas al romperse el paseíllo que dicen “Ayuso, la plaza está en ruinas”, lo que no es cierto, tan solo está descuidada; o dicen, “Ayuso, cierra la discoteca”, lo que es un acertada petición. Se revienta una faena de Ferrera porque es una faena muy lista, pero si el torero debe ser listo, no gusta a los aficionados del foro que sea muy listo, y eso los cabrea. Menos mal que perdonaron a Román, supongo que por jugarse el tipo. 

Pero, mal que pese a los reventadores, el honor de Victorino quedó a salvo, pues ha lidiado el toro de la feria, eso sí, acompañado de cinco hermanos torpes, correosos, nada propicios para que la corrida resultase brillante.

Conclusión final: todo lo dicho es meridianamente cierto, pero la Feria de San Isidro ha sido una gran feria. En el ruedo han pasado cosas maravillosas y cosas mediocres, ha triunfado el arte y la parca ha mostrado sus garras haciendo sangre a los toreros. Y en los tendidos alternó la pasión y el aburrimiento, la sensatez y la insensatez. Y es que la corrida de toros sigue siendo el espejo más fiel de la sociedad española: el ruedo ibérico.  

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