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Actualidad – Lo legal y lo justo

Foto BMF toros

por José Carlos Arévalo

Es sabido que una sentencia puede ser legal pero no justa. A veces, la verdad es indemostrable aunque todo el mundo la admita. Se trata de una cuestión que los juristas no han resuelto. Pero el reglamento taurino nada dice sobre la colocación de la estocada. De modo que no apelemos a la ley para aprobar que Matías González, presidente de la plaza de Bilbao negara la segunda oreja a Roca Rey, después de haber armado un auténtico lío a un toro de Victoriano del Rio, al que mató de una estocada fulminante ligeramente desprendida.

Sin embargo, sí dice el reglamento taurino que la primera oreja se concede por voluntad popular y la segunda es potestativa del presidente. ¿Cumplió la ley Matías González? Evidentemente, sí. ¿Hizo justicia? Por supuesto que no. Para demostrarlo basta con ser un buen aficionado. Veamos, pues, cómo fue la estocada ejecutada por Roca Rey:

1. Se perfiló el matador a un metro y medio del toro, lo que dada sus agresivas y astifinas defensas era estremecedor. Pero la colocación fue más meritoria aún porque el diestro se situó entre los dos pitones.

2. El volapié tuvo tres tiempos. En el primero, el espada adelantó la muleta y la dejó muerta un instante, sin desviarla para aliviar el cruce. En el segundo, el cruce 

 fue más bien un embroque, ceñidísimo porque el diestro no abandonó la línea recta. Y en el tercero, el matador hundió el estoque hasta los gavilanes.

3. Pero la estocada, que tumbó al toro después de dar el último y terrible arreón de la muerte, cayó ligeramente desprendida.

Conclusiones: Primera, la ejecución fue purísima, emocionante, inobjetable. Segunda, el presidente no valora la ejecución, más claro, cómo se hace el toreo, solo ve la colocación. Tercera: posiblemente, el presidente decidió no premiar al torero que ha llenado una plaza con una habitual falta de público, o quizá no quiso ser condescendiente con el figurón que hace dos temporadas hizo una de las gestas más heroicas que recuerda Bilbao. Y cuarta: por lo visto en Vista Alegre había quince mil tontos y un listo.    

¡Qué país, Miquelarena!

Nota: he visto cortar dos orejas a Antonio Ordóñez después de matar en el “rincón”, y a Antonio Bienvenida y a Curro Romero, luego de dos bajonazos. Eso sí, después de grandiosas faenas. Eran otros tiempos… con muchos y muy malos aficionados

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