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ANIMALISMO – Animalismo antidemocrático

fotos Dirección General de derechos de los animales

 por José Carlos Arévalo

En corto y por derecho: Un alto cargo del Ministerio de Derechos Sociales, de la Agenda 2030 y Director General de los derechos de los animales, Sergio García, ha propuesto en San Sebastián una iniciativa popular contra las corridas de toros. Y su iniciativa se plantea como una respuesta a la acción popular, no promovida por institución alguna, que se presentó en el Congreso avalada por más de quinientas mil firmas de ciudadanos españoles escandalizados por la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Abolición de nulo talante democrático, pues incurría en la negación a una minoría de ciudadanos, la que fuese, de su legitimo derecho a asistir a las funciones taurinas.

La democracia garantiza el gobierno de la mayoría, y también, y muy fundamentalmente, el derecho de las minorías, siempre que no subviertan el orden legal. Y la corrida de toros era entonces, y lo es hoy, un espectáculo amparado por la ley.

Recientemente, el escritor y ganadero mexicano, Carlos Castañeda, publicaba en este Portal Taurino un interesante artículo sobre la situación de la tauromaquia en su país, y hacía referencia a la célebre “paradoja de Popper”, el filósofo que frente a los regímenes cerrados defendió con notable enjundia la democracia como sistema garantista de la libertad, la colectiva y la individual. Venía a concluir Castañeda que la tolerancia propia de la sociedad abierta puede dar derecho a ideologías intolerantes, cuyo fin es acabar con la tolerancia. 

En España, que se gobierna por un régimen democrático, hay políticos que no lo son y que, incluso, están en el gobierno. Y hay asociaciones legales, estatutariamente no intolerantes pero que en su praxis lo son. Una de ellas es el animalismo, con las siglas que sean. Predica, digámoslo sin ambages, la eliminación de la ganadería, no de los ganaderos que incumplen las leyes de bienestar animal, sino la ganadería. Y se centra en la ganadería de bravo como banderín de enganche, por ser su cabaña minoritaria y, por tanto, más frágil. No le importan los beneficios ecoambientales que el hábitat de la ganadería brava ofrece al país, ni el ejemplar ecosistema del toro de lidia, ni la extinción de esta raza bovina en caso de que se prohibieran las corridas. No quiere ni conocer los mecanismos neurohormonales que neutralizan el dolor del bravo y que, por eso mismo, embiste, ni por supuesto las claves, primero religiosas y después lúdicas, que lo han conservado en este país desde hace milenios.

Sinceramente, los animalista me pasman. No entiendo su silencio frente al mascostismo desbocado, que retiene en este país a más de 25 millones de animales en apartamentos, con muchas funciones orgánicas atrofiadas, millones de ellos castrados, millones estacionalmente abandonados, y otros muchos millones servidos por una industria que abarca desde las clínicas psicológicas, veterinarias, nutritivas hasta las fúnebres, con sus cementerios y todo. No entiendo su aversión por la caza, primera actividad cultural de la humanidad. No entiendo sus prioridades animalistas en un país con un ratio de pobreza infantil como el nuestro.  Pero sí entiendo que los animalistas, o su partido, PACMA, no tenga un solo representante en el Congreso. Y también entiendo que se hayan colado de rondón en el Gobierno de la Nación a través de Unidas Podemos, partido afecto a los regímenes cerrados y a las sociedad encerradas, como la Cuba castrista, la Venezuela chavista y la Rusia de Putin. Si los animalistas fueran sinceros declararían su admiración por Hitler, líder del único gobierno animalista de la historia.      

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