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El Toro

LA GANADERÍA – El trapío

Hay un torismo primario que confunde el trapío con el volumen. Un toro puede ser grande y tener mal trapío. Un toro puede ser terciado y tener un gran trapío.

Fotografía: Alberto Simón

Hay un torismo primario que confunde el trapío con el volumen. Un toro puede ser grande y tener mal trapío. Un toro puede ser terciado y tener un gran trapío. Pero un toro chico, aunque tenga buena lámina, rara vez tiene trapío. ¿Por qué? El trapío es un concepto subjetivo que deriva de la sensación de respeto impuesta por el toro a quien lo ve. Pero esta impresión no basta si quien lo mira no sabe ver. Incluso algunos veterinarios de plaza, expertos en mascotas o en canarios, no saben verlo. Ven el trapío en el toro alto, hecho cuesta arriba, con canales de charolés y arboladura de ciervo. O sea, como suele reseñarlos Florito para que cuatro galenos no los rechacen.

El toro bravo ha de ser reunido, equilibrado en sus tercios anterior y posterior, para acometer con son; bajo de remos, con la vista a la altura de los engaños para embestir con ritmo; fuerte pero no ancho de pecho, para deslizarse con ductilidad; largo de cuello, para humillar; de prieta pero no engrasada culata, para sostener la continuidad de sus embestidas; armónico de pitones, para que empujen los dos a la vez y quepan en los engaños; con ojos más bien frontales, para reducir su peligrosa visión lateral; de viga más bien larga, ligeramente plana y descolgada, para no reponer pronto ni atacar por arriba. Y, por supuesto, con una impronta que infunda temor y respeto. 

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