El Torero
EL ÚLTIMO MALETILLA – Cap. 3 Tiempo de inocencia
Los días pasaban, el frío arreciaba y mi rebeldía seguía empujándome a recorrer los caminos del campo charro. Los demás capas me miraban raro por ser tan individualista, pero pronto se dieron cuenta de que no sufría ningún tipo de trastorno sino que solo quería torear más. Los muy cabrones se reían de mi porque al llegar cada noche a la plaza de Fuentes siempre hacía lo mismo, escribía en mis agendas las aventuras que había vivido cada día y, sobre todo, los animales con los que me había puesto delante. Lo que había aprendido con cada uno, las ganaderías, los toreros invitados… ya desde entonces me gustaba escribir, y como sentía que aquellos momentos eran mágicos no quería olvidarlos con el paso del tiempo. Al cabo de unos años alguno de aquellos capas me confesó que se arrepentía de no haber hecho lo mismo. No me extraña porque después de tantos años no he vuelto a sentirme tan vivo.
Me levantaba, me peinaba un poco, pues aunque no contábamos con comodidades para el aseo, había que estar torero y también parecerlo. Me ponía mi cazadora de borrego, cogía un cacho de pan, otro poco de fiambre, mi maco al hombro y me sentía privilegiado. Lo que soñaba la noche antes podía hacerlo realidad al día siguiente en la placita de alguna ganadería.
No quiero dar a entender que era fácil estar allí, porque no lo era. Hacía un frío letal y desde aquella época no lo soporto. Recuerdo lo que decía el maestro Chenel sobre el frío que pasó de niño y lo suscribo. Mal comíamos, incluso en algunos momentos pasé hambre. A veces dormía donde me pillaba, porque se hacía tarde y no pasaba ningún coche por la carretera y me tocaba acostarme a campo abierto y entonces solo cabía cruzar los dedos para que no lloviera. Pero la ilusión de aquellos momentos iniciales de la profesión me daban fuerza para sobrevivir en las circunstancias más azarosas. Todavía no me asaltaban la duda ni el desengaño, me bastaban mi afición y mis ganas de ser torero. Fueron los días de un tiempo limpio, duro y maravilloso. Todavía el tiempo de la inocencia.